Falling Down - Capítulo 28

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Lancé con fuerza el bolso negro que había estado llevando en mi hombro todo el tiempo, a la cama. 

Maldito. 

Suspiré y me volteé para mirar a través de la pared de vidrio. Vi a Abraham caminar a través de los pasillos de vidrio y volver a abrir la puerta negra con una de sus llaves. Fruncí el ceño.

¿Quién en su santo juicio tiene pasillos de vidrio y puertas doblemente aseguradas en la entrada de cada uno de ellos, en su propio departamento? Sólo Abraham Fabreschi.

Me dediqué a observar la habitación. Caminé hasta la puerta doble que había junto a la entrada y la abrí, encontrándome, efectivamente, con el armario que creí que era. Al abrirse las puertas, se encendieron las luces automáticamente.

Había ropa de Abraham colgada a ambos lados del armario y sus zapatos estaban perfectamente alineados. Me quedé sin saber qué hacer.

Él dijo que te refrescaras y te pusieras cómoda, ¿no? Pues hazlo. Toma algo de su ropa, date una buena ducha y luego sal a comer. Mi subconsciente estaba diciéndome muchas cosas a la vez.

Hice una mueca y me adentré en el armario. No me sentía cómoda con eso, pero necesitaba darme una ducha y limpiar mi cuerpo de todas las malezas. 

Exploré donde habían unos cajones y me encontré con su ropa interior. Mordí mi labio inferior, dudosa en si estaba abusando o no al tomar un par de bóxers. 

Tómalos, no puedes andar sin ropa interior. Le ordené a mi subconsciente que guardara silencio y por suerte así lo hizo.

Saqué un par de bóxers tipo bermudas, de esos que quedan anchos, color negro. Cerré el cajón y me dispuse a buscar algo más cómodo que el suéter y pantalón negro que llevaba desde que salí de la clínica. 

Vi una camisa de cuadros color rojo y negro. La tomé y salí del armario cerrando las puertas con cuidado. Pasé de largo hasta la puerta que había junto a la pared de vidrio y la abrí, encontrándome con el cuarto de baño. Todo era blanco y negro, y había una enorme ducha con baldosas negras y puertas transparentes. Me di cuenta de que, la pared del fondo, era de vidrio, también cubierto con papel como la de la habitación, y daba vista a la parte del pasillo que no se veía desde la otra pared.

Suspiré y me deshice de la ropa que Abraham me había prestado, incluyendo sus botas (que me quedaban gigantes al igual que todo lo demás) y luego de cubrir el vendaje de mi hombro con un plástico que encontré en un gabinete bajo el lavamanos, me introduje en la ducha.

Luché un poco para poder colocar el agua en una temperatura templada y luego dejé que comenzara a correr por mi cuerpo, brindándome una sensación completamente liberadora.

Busqué shampoo y encontré el de Abraham. Me apliqué un poco en el cabello, dándome cuenta, muy tarde, que dejaba un olor completamente masculino. La verdad, muy poco me importó.

Masajeé mi cuero cabelludo, dejando que mis sentidos se relajaran. Enjaboné mi cuerpo, sintiendo ardor en las cortadas de mi espalda, pero en mi zona íntima, el dolor se hizo insoportable. Las lágrimas se acumularon en mis ojos y me desesperé.

Borré con el agua, todo rastro de jabón, pero el dolor seguía en aumento, alterando cada parte de mí. Sollocé y comencé a hipar sin darme cuenta. Las lágrimas se confundían con el agua que salía de la ducha, pero yo sentía las gotas calientes salir de mis ojos y llegar a mi garganta.

Sollozando, saqué el shampoo de mi cabello y me vi obligada a sentarme en el suelo de la ducha, abrazando mis piernas para tratar de buscar un pequeño alivio a todo ese dolor físico y psicológico que me invadía. Estaba sola, desolada, sin saber qué sería de mi vida.

Falling DownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora