Falling Down - Capítulo 38

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3 de Enero del 2011.

—Vamos.— Dijo sin dejarme terminar mi desayuno.

Fruncí el ceño.

—¿A dónde?

—A empezar tu entrenamiento.— Dijo como si fuese la cosa más obvia del mundo.

Asentí lentamente, comprendiendo a qué se refería. Debía aprender a utilizar armas. Llevé mi plato a la cocina, lo lavé y dejé allí. Luego me dirigí hacia la habitación de Abraham ya que él había dejado todas las puertas abiertas.

Busqué mi equipaje y me las apañé para sacar una blusa de manga corta, unos jeans y mis Vans negras que había utilizado para viajar en el tren. Tomé un conjunto de ropa interior color crema y me dirigí al baño.

Cuando iba a tomar la perilla de la puerta, ésta se abrió, mostrando un Abraham con el cabello goteando y el agua corriendo aún por su pecho y abdomen completamente desnudos mientras una toalla blanca rodeaba su cadera. Pesteñeé varias veces.

Habían dos posibilidades: me había tardado mucho lavando el plato o él se había duchado muy rápido.

—¿Te distraigo?— Preguntó pícaramente.

—No, no veo por qué preguntas.— Dije mirándole a los ojos, intentando parecer natural.

Soltó una pequeña risa.

—Como digas, hermosa.— Negó con la cabeza sonriendo y se abrió paso a mi lado para dirigirse al armario.

Suspiré brevemente y entré en el baño. Me despojé de mi pijama y pasé a la ducha, donde dejé que el agua recorriera mi cuerpo entero, despejándome un poco.

No podía negar que no me sentía lo suficientemente bien. Cada vez veía más cerca el día en el que tendría que arriesgar mi vida, absolutamente todo, para ayudar a Abraham y para poder conseguir la forma de volver a los Estados Unidos a buscar a mis seres queridos.

También debía reconocer que estaba algo extrañada de que Abraham ya no mencionase nada con respecto a ellos. Suponía que tenía cosas más importantes en las qué preocuparse. Sólo pedía que todo pasase rápidamente para que yo pudiese volver por ellos.

Suspiré con fuerza y me apliqué shampoo en el cabello, masajeando suavemente mi cuero cabelludo, intentando opacar los pensamientos que estaban llegando a mi mente.

Estaba confundida por la actitud de Abraham.

No podía negar que me encantaba los tratos que me daba, pero me desesperaba el que fuese tan complicado. En un momento estaba bien, en el otro actuaba como un niño, y en el otro terminaba peleando conmigo. Eso, apartando la idea de que todo estaba sucediendo demasiado rápido.

Aún podía recordar esa noche en la que quiso matarme sólo por estar lleno de rabia. Un pequeño escalofrío recorrió mi columna vertebral, donde recordaba haber sentido su arma mientras se dedicaba a hablar con los policías.

Enjuagué mi cabello y procedí a aplicar jabón por todo mi cuerpo.

Comencé a pensar en que mi vida había cambiado demasiado desde que caí de esa ventana de donde Bo. Y habían cosas que agradecía como habían cosas que lamentaba.

Salí de la ducha y me vestí luego de otro rato más y procedí a peinar mi cabello húmedo, dejándolo caer libremente por mi espalda. Al abrir la puerta del baño, pude ver a Abraham acomodando un reloj en su muñeca. Reloj que identifiqué como el que le regalé en Navidad.

Sonreí y me acerqué a él.

—Te gustó, ¿eh?

—Bastante, sí.— Sonrió también.

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