Falling Down - Capítulo 30

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Sus ojos se encontraban clavados en los míos. Sentía que mi estómago estaba completamente revolucionado y mi garganta se encontraba seca.

¿Abraham era un traficante de drogas? ¿Para eso me quería? ¿Para traficar? ¿Por eso su departamento era tan extraño? Mi respiración se agitaba más a cada momento y sentía que iba a golpearlo en cualquier momento.

Más que miedo, estaba experimentando una mezcla de sensaciones entre rabia, curiosidad y decepción.

Sé que no debería estar decepcionada, ya que ni siquiera nos conocíamos bien y siempre lograba sacarme la paciencia. Pero, a pesar de todo, se había comportado bien con respecto a mi salud. Gracias a él ya había recuperado uno o dos kilos y me encontraba completamente renovada.

Los cortes en mi espalda y mis piernas dejaron marcas, al igual que los puntos donde me habían insertado las agujas en los brazos cuando estuve donde Bo.

Mis ojos se abrieron más al encontrar, por fin, la unión a la interrogante de qué hacía Abraham donde Bo, Rogelio y por qué había peleado con Tom en el restaurant.

—Ven acá.— Dijo con notable rabia y me tomó de un brazo, llevándome con fuerza a la habitación.

Forcejeé, pero de nada me sirvió. Él era mucho más fuerte.

Me lanzó a la cama y cerró la puerta con llave. Mi corazón iba a mil por hora y la rabia inundaba cada rincón de mi torrente sanguíneo. 

Sus fosas nasales se expandían con cada fuerte respiración que daba. Estaba realmente enojado, y por primera vez, tuve miedo de lo que pudiese llegar a hacerme con un cuarto lleno de armas justo en frente de la puerta que acababa de azotar.

Se acercó lentamente y yo por instinto retrocedí sobre el colchón, hasta llegar a la cabecera de la cama. Se sentó en el borde y pasó una mano por su cabello antes de clavar su mirada celeste en mí.

—Se supone que te enterarías de esto mañana, aún estaba pensando en cómo decírtelo.

Pestañeé lentamente, procesando esa simple frase. Tragué con dificultad, de nuevo, y luego de un momento por fin hablé.

—¿Tanto te importa que haya descubierto la verdad?

—Sí.

—Ni siquiera nos conocemos bien, no tienes por qué darme explicaciones.

Soltó una risa irónica.

—Creo que sería un poco estúpido no darte explicaciones cuando necesito que entiendas lo que quiero que hagas por mí.— Dijo como si fuese la cosa más obvia del mundo.

Eso me había servido para terminar de entender que él me quería para un trabajo que no estaba dispuesta a aceptar.

—No pienso hacer nada por ti.

Volvió a reír.

—¿De verdad piensas ponerte a la defensiva?

—No estoy a la defensiva, simplemente no haré nada por ti.— Crucé los brazos en un intento de mostrar seguridad, pero sentía un leve temblor en mis manos.

Sus ojos se volvieron acechantes, y comenzó a acercarse lentamente. Me puse rígida y me apreté todo lo que pude a la cabecera de la cama. En pocos segundos, lo tuve justo frente a mí, arrodillado sobre el colchón.

—Sé que estás nerviosa.— Sonaba y se veía bastante serio.

Mierda.

—Eso no es cierto.

—Kiana, eres demasiado predecible.— Dijo haciendo énfasis en la palabra "demasiado".

—Mentira.— Escupí.

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