Falling Down - Capítulo 29 (parte 1)

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Narra Abraham

7 de Noviembre del 2010.

Abrí los ojos y lo primero que divisé fue el techo de mi habitación. Respiré profundamente y estiré mis brazos para despejarme un poco y luego los dejé caer en la cama, completamente extendidos en forma horizontal.

Extrañamente, en vez de sentir el colchón, sentí algo entre duro y suave bajo mi mano derecha.

—¡Joder! ¿Qué coños?— Escuché murmurar a alguien a mi lado.

Volteé la cabeza bruscamente y me encontré con dos grandes ojos verdes que me miraban desorbitados.

Mierda, Kiana.

Se me había olvidado por completo que estaba justo a mi lado, y al bajar mis brazos pesadamente, mi mano derecha había terminado sobre su seno izquierdo, despertándola. Miré mi mano, que estaba bastante cómoda y volví a sus ojos. 

Ella me examinó de igual forma, pero en vez de regresar a mis ojos como yo lo había hecho con ella, sus ojos quedaron muy abiertos, mirando en dirección baja. Seguí su mirada y mis ojos se abrieron de igual forma, aunque con diversión.

Su mano izquierda estaba tranquilamente posada sobre mi miembro. ¿Cómo no lo había sentido? Joder.

Subí la mirada y me encontré con sus dos esmeraldas. Volvimos a mirar a dónde estaban nuestras manos y como si quemara, las quitamos rápidamente y nos sentamos de golpe en la cama.

—¡Eres un maldito cerdo!— Exclamó alejándose lo más que podía sobre el colchón.

Fruncí el ceño. Vaya manera de despertar.

—¿Yo? Tú tenías la mano sobre terminator.— Dije tranquilo.

Me miró estupefacta, pero luego levantó una ceja reflejando un poco de gracia en sus pupilas.

¿Terminator?— Preguntó, notablemente, con ganas de reír.

Bien, no le llamaba así, pero no quería que empezara con su odiosidad a tan tempranas horas un jodido sábado.

—Sí.— Encogí mis hombros con simpleza, en un gesto despreocupado.

Se mordió el labio inferior para no reír, aunque no le salió muy bien.

—Ese es un nombre muy peligroso.

—Mi amigo también lo es.— Sonreí.

Esta vez no se contuvo y soltó una gran carcajada. Tiró su cabeza hacia atrás mientras reía, y luego, en un acto de mera bipolaridad, me miró como si fuese un imbécil.

—No lo creo, siendo tan pequeño lo veo difícil.

Ahora fui yo quien soltó una carcajada. ¿Pequeño? Sí, claro. No es por alardear, pero ese es uno de mis mayores atributos, dejando a un lado mis ojos, cabello, cuerpo e increíble personalidad e inteligencia.

—Nena, antes de argumentar, debes comprobar.

—¿Eso es una invitación?

—Puede ser.

—Bien, no.

—¿No qué?

—No pienso caer en ese jueguito.

—¿Qué jueguito, Kiana?— Estaba comenzando a divertirme más de la cuenta con esto.

—Olvídalo, eres un idiota, no vuelvas a tocarme nunca jamás.— Dijo antes de levantarse de la cama.

Su trasero cubierto por mis bóxers se notaba más que bien. Entró al cuarto de baño y yo simplemente volví a acostarme.

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