Falling Down - Capítulo 27

17.5K 811 31
                                    

Había amanecido, podía notarlo debido al ardiente sol que entraba a través de las ventanas de la habitación del hospital. 

Había pasado toda la noche pensando en miles de cosas y recibiendo tratamiento para mis cuerdas vocales y el final de mi desintoxicación. Abraham se había ido luego de un rato, diciendo que debía atender "asuntos importantes" y que volvería por mí a la mañana siguiente para sacarme.

De ahí, se había formulado la pregunta del millón: ¿por qué estaba haciendo esto por mí? ¿Sólo porque había caído sobre él un poco drogada y herida? Lo dudaba. De ser así, como mucho, me hubiese dejado en emergencias y se hubiese marchado tan pronto me metieran a quirófano. 

Pero, por el contrario, él se había quedado. De hecho, había pagado toda la cuenta del hospital hasta hoy (eso me dijo cuando le pregunté cómo coños iba a pagar esto, ya que se notaba un hospital bastante caro y para completar, no tenía dinero y no me encontraba en mi país) y se había ofrecido a llevarme a un lugar donde pudiese completar mi recuperación (de aproximadamente cinco días) con tranquilidad.

Todo esto creaba un gran desconcierto en mí, ya que, apenas y sabía cómo se llamaba, luego de haberlo visto solo tres o cuatro veces en mi vida por pura casualidad.

También rondaba en mi cabeza las preguntas: ¿qué hacía él en el negocio de Bo? ¿Él había sido el culpable del tiroteo? ¿Por qué dónde él estaba, siempre habían problemas?

Pasé mis manos por mi rostro, con cansancio. Una enfermera entró y retiró la aguja que conectaba los cables con líquidos transparentes a las bolsas, de mi brazo. También quitó el pequeño aparatito de mi dedo índice, y por fin, apagó el monitor y la máquina que producían el irritable "bip". Quitó de mi rostro las mangueras que estaban dentro de mis fosas nasales (eso era lo que me molestaba) y luego de escribir algunas cosas en una carpeta y entregarme un papel con un escrito que no entendí, se retiró con un pequeño asentimiento que correspondí al instante.

Me impulsé y me senté sobre la cama. Mi zona íntima protestó un poco, debido a que, primero: no me había recuperado del todo del desgarre producido allí. Y segundo: cuando me quitaron la sonda vesical (la noche anterior luego de que Abraham se fuera) vi al demonio de cerca. 

Lo que me consolaba era que, el dolor, ni siquiera llegaba a compararse con el que sentía cada vez que me sentaba cuando estuve en el negocio de Bo.

Bajé mis pies de la cama, luego de retirar las sábanas de mi cuerpo y dejar sobre la cama el papel que me había dado la enferma. Mi espalda protestó también. Pude sentir el frío penetrar en cada una de mis cortadas. 

Coloqué mis pies en el suelo y comencé a caminar por la habitación en busca de un baño. Lo encontré en el lado izquierdo de la habitación. Entré y cerré la puerta a mis espaldas.

Me apoyé en el lavamanos con mis dos manos y miré mi rostro reflejado en el pequeño espejo. Tragué con fuerza.

Mi cabello estaba hecho un desastre, enredado y al parecer, lleno de grasa. Mis ojos estaban adornados por unas grandes ojeras que iban desde los párpados, hasta un poco más arriba de mis pómulos. Estaba más que pálida, a decir verdad, mi rostro había perdido cualquier rastro de color. Mis labios estaban secos y agrietados aunque hubiese recibido hidratación continua por diez días. 

Eso probaba que estuve, prácticamente, a punto de morir en el negocio de Bo, con tan solo veinte días allí. 

Ya había pasado un mes desde que había llegado a este país de mierda que no conocía, y lo peor era que, aunque quisiera, no podía recordar casi nada de ese último mes.

Me di la vuelta y me miré en un espejo de cuerpo completo que había sobre una de las puertas corredizas de la ducha. La otra puerta era transparente.

Falling DownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora