Prólogo
Abrí mis ojos lentamente y tuve que volver a cerrarlos. Maldición.
Puntos negros.
Intenté abrirlos de nuevo y sentí como si me clavaran agujas en las pupilas.
Puntos negros.
Los mantuve cerrados por lo que creí unos largos minutos hasta que, haciendo un esfuerzo sobrehumano, pude mantenerlos abiertos y por fin pude ver donde me encontraba.
Traté de levantarme pero fue inútil, algo me lo impedía. Ese algo eran cuerdas, amarradas fuertemente para juntar mis tobillos y tronco a una silla mientras que mis manos estaban juntas a mi espalda, amarradas también.
El pánico inundó cada parte de mi ser, cada minúsculo centímetro y cada pequeña neurona apenas activa debido a la gran confusión que nacía en mí.
Quise gritar, pero fue en vano. Tenía la boca entreabierta debido a que estaba mordiendo un pañuelo o algo que rodeaba mi cabeza y no me dejaba emitir ni un solo sonido aunque quisiera.
¿Qué mierda había pasado?
Miré a mí alrededor y solo había escombros, hacía un calor sofocante y al parecer estaba sola. Mis ojos ardían y estaba aterrada.
Bajé la vista hacia mi cuerpo y estaba solo en ropa interior. Maldita sea.
Empecé a tratar de recordar qué había pasado pero un fuerte golpe a lo que parecía una puerta, justo a mis espaldas, me sobresaltó al mismo tiempo que me desconcertó por completo. Unos pasos se fueron acercando a mí mientras mi miedo y rabia aumentaban.
Y entonces lo vi.
Con esa maldita sonrisa socarrona.
Apreté los puños a mis espaldas mientras la impotencia crecía en mí.
—Vaya, vaya...— Dijo burlón y tironeé de las cuerdas.
Me quitó el trapo de la boca por un segundo y por primera vez en toda mi vida, sentí mi lengua completamente seca.
—Maldito infeliz.— Dije con amargura
—Oh cariño, no te conviene insultarme, sabes que no lo tolero.— Dijo con tranquilidad y sin que me lo esperara me lanzó una cachetada que casi me tira de la silla.
Mi cara quedó suspendida en mi hombro derecho mientras la rabia seguía combinándose con la impotencia. Suerte para él que estaba amarrada.
Tomó fuertemente mi mentón y me obligó a mirarle.
—Ahora harás lo que yo te diga, ¿entendido?
—En tus sueños.
Apretó su agarre sobre mi cara y me soltó con brusquedad. Se pasó las manos por el cabello con exasperación y juntando toda su fuerza, me golpeó jodidamente fuerte en el vientre.
Grité. Grité como nunca antes lo había hecho y casi me desgarro las cuerdas vocales cuando vi que iba a darme otro golpe en el mismo lugar.
—¡No, ahí no, maldito!
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Falling Down
General Fiction¿Qué sucede cuándo a una chica la obligan a, prácticamente, arruinar su vida? ¿Y si la persona que la somete a esto, fuese una de las que debe amarla más que a cualquier cosa en el mundo? ¿Qué puede llegar a ocurrir si la vida obliga a una joven a c...