El hombre cayó abatido sobre mí. Suspiré cansada de toda esto y rodé sobre el asiento trasero del auto del espécimen que acababa de poseerme, para buscar mi ropa. Me coloqué mi ropa interior y mi vestido negro.
—Kiana, estás perdiendo tu toque.— Dijo burlón mientras se vestía.
La rabia se apoderó de mí y lo agarré del cuello para apoyarlo a una de las puertas del auto con fuerza.
—Escúchame bien, maldito. Nunca he tenido un "toque", no hago esta mierda por placer, y te recomiendo, por el bien de tu pequeño miembro que me pagues, te largues y a la próxima no hables.— Dije apretando los dientes al mismo tiempo que apretaba el agarre sobre su cuello.
Él forcejeaba conmigo, pero mi rabia era tan descomunal que no le permití moverse. ¿Quién se había creído este animal para decirme que estaba perdiendo un jodido "toque" que nunca existió? Si se refería a que ya no lloraba ni gritaba como antes, entonces estaba en lo cierto. Hace mucho prometí no volver a llorar en frente de ninguno de estos infelices, ni siquiera en frente de mi madre. Pero nunca ha existido un "toque" de pasión o placer en toda esta porquería.
Lo solté con rabia y el maldito inmediatamente llevó sus manos a su cuello mientras tomaba algo de aire. Me fulminó con la mirada y rápidamente se estiró como pudo hasta el asiento delantero para buscar su billetera y tirarme los treinta dólares en toda la cara.
Los tomé con rabia para guardarlos en un pequeño bolso de mano que había traído. Besé mi dedo medio y luego se lo mostré con una sonrisa antes de bajarme del auto con los malditos zapatos altos en la mano.
Vi el auto alejarse y entré al pequeño edificio donde se encontraba la oficina de mi madre y las habitaciones de todas nosotras. Oh si, por si no sabían, la bruja había formado todo un maldito negocio gracias a mis primeros dos años de servicio, y ahora éramos unas treinta trabajando para esa maldita perra.
Subí las escaleras hasta el segundo piso para entrar a mi "habitación" si es que se podía llamar así, y darme una ducha. Me sentía tan sucia, tan asquerosa cada vez que pasaba lo mismo.
Según la bruja, yo era la más privilegiada por ser su hija ya que, tenía una habitación para mi sola y no tenía que ir al domicilio de nadie como todas las demás estúpidas que lo hacían por gusto. También tenía el derecho de estar con esos adúlteros en sus autos sin tener que ir a un mugroso motel.
Sin embargo, esa mierda, como todos ustedes saben, no hace feliz a nadie. Y mucho menos a mí, que fui obligada a hacer esto desde hacía unos cuatro años. Se preguntarán por qué no me escapo, ¿cierto? Bien, muy fácil. Resulta que, por si no se acordaban, tengo un hermano y, por si no lo sabían, una mejor amiga también.
Giovanni fue obligado a convertirse en el comprador de drogas de la bruja. Con el dinero que producíamos nosotras, él iba dos o tres veces por semana a reclutar las drogas de mi madre y debía encargarse de matar al traficante si no tenía lo que ordenaba.
Siempre hablaba con él cuando todos dormían, se había convertido igual de frío que yo, pero ambos nos queríamos lo suficiente como para no abandonar este lugar y dejar morir al otro en manos de esta maldita.
En cuanto a mi mejor amiga, Lana Parker, trabaja aquí, pero es igual que yo. Su madre la dejó aquí pensando que era un orfanato cuando tenía apenas quince años. La misma edad que yo en ese entonces. Por supuesto, la bruja no desaprovechó la oportunidad de una nueva "ayudante" y la introdujo en esto a la fuerza, de la misma forma que había hecho conmigo.
Era la única que entendía mis problemas de chicas en ese maldito lugar. Hablaba con ella siempre que no estábamos "trabajando". Había conseguido que le dieran a ella los mismos privilegios que me daban a mí, ya que, siendo mi mejor amiga y la única que me entendía del todo, no podía verla sufrir.
Terminé de ducharme y salí del cuarto de baño para vestirme con una blusa de tirantes color negro, unos shorts de mezclilla casi rotos (no crean que es el modelo, estaban casi rotos porque no tengo mucha ropa para escoger) y mis converse negras. Cepillé mi cabello dejándolo caer en cascadas por mi espalda mientras aún estaba húmedo y tomé el dinero del pequeño bolso de mano que había dejado sobre mi cama.
Salí de mi habitación para encaminarme a la oficina de la bruja en el tercer piso.
Toqué la puerta dos veces y un grito de "pase" me hizo proceder. Se encontraba fumando marihuana, el olor era insoportable así que tiré el dinero sobre su escritorio y me dispuse a salir.
—¡Kiana!— Me llamó y me vi obligada a darme la vuelta.
—¿Qué?— Respondí con rabia.
—¿Cómo que qué?— Levantó una ceja y yo rodé los ojos.
—¿Si, señora?
—Bien... ¿Puedo saber por qué mierda hay solo sesenta dólares?— Preguntó cruzándose de brazos.
—Porque no me dio la gana de hacerlo más.— Sentencié encogiéndome de hombros para restarle importancia.
—Oh maldita puta, ¿quién te crees para hablarme de ese modo?— Dijo mientras se levantaba lentamente de la silla tras el escritorio.
—Jódete.— Dije rodando los ojos y me di la vuelta para salir de la oficina pero mi cabeza fue llevada hacia atrás con fuerza y mi cuero cabelludo empezó a gritar pidiendo ayuda.
—¡Te he dicho que me respetes!— Gritó mientras me entrometía a su oficina de un tirón a mi cabello y me hacía tropezar con una de las sillas que había frente al escritorio.
—¡Con un mierda!— Exclamé sobándome el cuero cabelludo.
Mi cara se volteó con fuerza hacia la derecha y mi mejilla comenzó a arder debido a la bofetada que me había dado. Cerré los ojos con fuerza y apreté la mandíbula.
—A mí me respetas, pequeña estúpida.— Dijo cerca de mi oído y me empujó antes de pasar por mi lado hacia su silla detrás del escritorio.
—El respeto te lo ganas tú misma, no seas doble moral, sería lo que colmaría tu vaso de defectos, imperfecciones, mierdas o como quieras llamarlo. Te puedes morir.— Dije con rabia y salí de esa mierda llamada oficina.
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Falling Down
Ficción General¿Qué sucede cuándo a una chica la obligan a, prácticamente, arruinar su vida? ¿Y si la persona que la somete a esto, fuese una de las que debe amarla más que a cualquier cosa en el mundo? ¿Qué puede llegar a ocurrir si la vida obliga a una joven a c...