Falling Down - Capítulo 33 (parte 1)

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7 de Diciembre del 2010.

—Kiana, levántate.— Escuché desde lejos.

Tomé una almohada y la coloqué sobre mi cabeza intentando volver a conciliar el sueño. De repente sentí como la manta era despojada fuera de mi cuerpo y un frío atroz golpeaba mis piernas.

—Levántate.— Ordenaron, pero hice caso omiso.

Me removí un poco aún sumergida en el sueño y cerré los ojos con fuerza. Sin embargo, la almohada que estaba sobre mi cabeza fue quitada de allí y seguidamente fue arrojada con fuerza sobre mi abdomen, haciendo que me sentara en la cama de un golpe.

—¿Qué coño?— Exclamé mientras despejaba mis ojos con mis manos.

Lo primero que se apareció ante mí fue Abraham al pie de la cama, mirándome con una expresión divertida en su rostro. Vestía una camisa negra de cuello V, chaqueta de cuero del mismo color y vaqueros. Fruncí el ceño y tomé la almohada que antes estaba bajo mi cabeza para arrojársela con fuerza a la cara.

Lamentablemente, la atrapó.

—Déjame dormir, hace frío.— Refunfuñé.

Soltó una leve carcajada.

—Por mí no habría ningún problema, pero tu doctor me llamó para decirme que necesitaba que fueses a consulta. Ya ha pasado un poco más de un mes, ¿recuerdas?

—Ya me encuentro bien, dile que no es necesario.— Dije volviendo a recostarme sobre la cama.

Otra almohada aterrizó en mi rostro esta vez.

—¡Joder!— Exclamé sentándome de nuevo.

Me encontraba irritada, lo único que quería era dormir, no ir a una estúpida consulta en la que me dirían que ya estoy sana.

—Te quiero lista en treinta minutos.— Dijo entre risas antes de salir de la habitación.

Con rabia tomé una almohada y la lancé contra la puerta. Suspiré y no me quedó más remedio que levantarme.

Desde hacía ya bastante tiempo compartía armario con Abraham, así que fui hacia allá para sacar unos vaqueros, una blusa blanca, una chaqueta color marrón, una bufanda rosa pastel y unas botas de invierno marrones.

Bien, digamos que Abraham me había estado adelantando algunos pagos y pude reunir bastante dinero para comprarme buena ropa. No era como si tuviese un gran armario, pero al menos habían prendas que me iban a servir para los fríos de Diciembre.

Tomé un conjunto de ropa interior blanco para luego ir a darme una larga y relajante ducha.

~~~

—¡Kiana, ya vamos tarde!— Escuché que gritaba Abraham por quinta vez desde la habitación.

De nuevo le ignoré, y seguí disfrutando del agua caliente. De eso hacía dos días que me había enterado de todo, pero aún habían cosas que no terminaban de calzar en mi cabeza. De vez en cuando me atormentaban, pero había decidido no comentarle a Abraham nada de ese tema de nuevo.

Por encima del ruido que hacía el agua al caer sobre las baldosas de la ducha, escuché el sonido del teléfono de Abraham en la habitación. Sonó tres veces hasta que él atendió.

Con cuidado cerré el grifo y salí de la ducha para secarme y comenzar a vestirme mientras intentaba escuchar algo de su conversación. Bien, sé que eso no está bien, pero no podía quedarme tranquila con nada.

—Hoy tampoco puedo, Jaxon. Sí, ya le dije. No, eso no. Después. No vayas a empezar, hoy ando de buen humor. Lo sé, pero ya te he dicho que no le tengo miedo.

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