Me miré en el pequeño espejo que poseía el baño de la habitación de aquél hotel. Mi mejilla estaba algo morada, pero no estaba tan inflamada como creía. Me daba la leve impresión de que Abraham me había puesto más de esa crema durante la noche.
Mi estómago rugió y supe que debía comer algo de inmediato. Había pasado un día sin comer por lo que mi estómago reclamaba. Un nudo se hizo en mi garganta de nuevo al asimilar que cuando vivía con la bruja aguantaba hambre hasta por una semana, y no me quejaba.
Ahora todo había cambiado hasta el punto de que había podido comprarme ropa de marca. Y las lágrimas salieron al razonar que todo eso había pasado mientras había dejado a Lana y Giovanni completamente solos, dejando que les asesinaran así nada más.
Limpié mis mejillas y salí a la habitación para arreglar todo lo que correspondía a la barriga falsa y el resto de mi equipaje. Tomé la cámara fotográfica que Abraham había dejado sobre la mesita de noche, y me di cuenta que tenía un pequeño papel amarillo con una nota.
"Ve las primeras cinco fotos
—AF."
El nudo se hizo más grande y dejé la cámara sobre la mesita. Me tomó unos cinco minutos armar la barriga falsa y vestirme, pero cuando lo hice, me miré al espejo. Llevaba un vestido rosa hasta las rodillas y unas Vans color blanco. Mi cabello estaba suelto y de verdad parecía un maldito cadáver con las enormes ojeras y el terrible golpe en mi mejilla.
Suspiré y me di la vuelta para volver a tomar la cámara entre mis manos. La encendí y las cinco fotos consistían en lo mismo. Abraham en una de las paredes de la habitación, sosteniendo un cartel diferente en cada una. Al leer lo que decía cada uno, se pudo formar un "Perdón, de verdad te quiero".
En cada una de las fotos salía mirando hacia abajo, a cada uno de los carteles. Las lágrimas volvieron a rodar por mis mejillas y no pude contener el sollozo que subía por mi garganta.
—Sé que no es la mejor forma de dar una verdadera disculpa, pero no soy bueno en ello.— Su cálida voz me hizo levantar la mirada.
Estaba de pie en el umbral de la puerta, con las manos en los bolsillos de sus vaqueros. Sus ojos estaban cansados, haciendo notar que no había dormido nada. Suspiró y bajó la mirada antes de empezar a caminar lentamente hacia mí.
Quería creerle, porque yo sí le quería, y anhelaba que el sintiera lo mismo. Pero estaba negada a caer en otra mentira.
—Soy un imbécil y lo sé, pero simplemente tuve miedo de que te fueras de mi lado cuando te dijera que ellos estaban muertos. No por el trabajo...
Guardó silencio y me miró a los ojos estando a algunos pasos lejos de mí.
—Sino por miedo a perderte.
Quería creerle, pero hacían falta más que palabras para eso.
—Quiero creerte, pero tus mentiras han mandado todo a la mierda.— Dije y pasé por su lado, dejándole con las palabras en la boca.
No quería escucharle o siquiera verle.
Jaxon estaba al final del pasillo, y al verme llorando abrió sus brazos para mí. Corrí y le abracé, dejando escapar miles de sollozos. Era irónico que estuviese buscando consuelo en los brazos del hermano de la persona que me había hecho daño, pero si de algo estaba segura, era de que Jaxon y Abraham eran completamente diferentes.
—Déjalo salir.— Susurró acariciando mi espalda.
Me apreté más contra su cuerpo, sin poder evitar que más lágrimas inundaran mis mejillas. Estaba completamente destruida.
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Falling Down
Ficción General¿Qué sucede cuándo a una chica la obligan a, prácticamente, arruinar su vida? ¿Y si la persona que la somete a esto, fuese una de las que debe amarla más que a cualquier cosa en el mundo? ¿Qué puede llegar a ocurrir si la vida obliga a una joven a c...