Falling Down - Capítulo 25 (parte 2)

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Desperté al escuchar un ruido extraño cerca de mí. Abrí los ojos y me encontré con Emma tosiendo a todo dar. Tenía las manos en su garganta y, por primera vez desde que la había visto, su rostro había tomado un color rojo debido a su ahogo.

Me asusté y sentí como mi pulso comenzaba a acelerarse.

—Emma.— Le llamé con voz áspera.

Ella seguía tosiendo sin parar un segundo.

—¡Emma!— Exclamé en un susurro.

Tomó aire por su boca, haciendo un desagradable y angustioso sonido en el proceso. Tosió unas tres veces más y luego pudo empezar a respirar con un visible (y sobrehumano) esfuerzo. 

Sus manos seguían apretando su garganta. Miré hacia la ventana, estaba empezando a anochecer. Calculando, serían las siete menos cuarto.

—Hola.— Dijo Emma en un susurro áspero.

Le miré preocupada.

—¿Estás bien?

Lanzó una risa irónica muy débilmente.

—Desde hace mucho tiempo no lo estoy, al igual que tú.

Asentí. Era cierto.

—Siento como si mi garganta se estuviese cerrando.— Dijo mirando al techo.

Guardé silencio. Me dediqué a observarla. Su cuerpo estaba prácticamente en el hueso. Sus brazos eran mucho más delgados que los míos y estaban completamente marcados por pinchazos y moretones. 

Miré mi cuerpo y una oleada de terror me recorrió. No lucía tan diferente al de Emma como yo pensaba. Mis brazos estaban igualmente marcados y eran solo un poco menos delgados que los de ella. Miré mis pechos y me di cuenta de que se habían reducido al menos una talla.

Siempre se dice que los pechos no adelgazan con nada. Pero se notaba que estaba tan deshidratada que sucedió así. Los huesos de mi cadera sobresalían de mi piel de una forma aterradora, tanto, que creí que podía llegar a romperme con un simple golpe.

Las lágrimas pincharon en las esquinas de mis ojos y mi respiración se aceleró de nuevo. Sentí como si hubiese corrido un maratón luego de fumarme dos cajas de cigarrillos. Mi respiración se hizo más trabajosa.

—Cálmate o te pasará lo que a mí.— Dijo Emma y le miré.

Intenté respirar con normalidad, pero las lágrimas corrían por mis mejillas sin poder deternerlas. Sentí que mis pulmones se comprimían y mi garganta se volvía un túnel sin salida.

Por instinto me senté, maldiciendo internamente por el dolor que me invadió en mi zona íntima, y sin poder contenerlo, comencé a toser. 

Me estaba ahogando, sentía mis pulmones completamente vacíos y no podía dejar de buscar aire, produciendo mi propia desesperación y tos.

Llevé mis manos a mi garganta y sentí mis uñas clavarse sin querer. ¿Cuándo habían crecido tanto? Seguí tosiendo sin parar, sintiendo que iba a morirme ahogada en cualquier momento. Podía jurar que las venas de mi cuello estaban marcadas debido al esfuerzo de querer tomar aunque fuera, una mínima partícula de oxígeno.

Las lágrimas brotaban desaforadas a través de mis ojos y corrían rápidamente por mis mejillas, una tras otra. 

Eran lágrimas de dolor físico y psicológico, mezcladas con lágrimas instintivas debido a mi incesable tos. Apreté un poco mi garganta, sintiendo que estos serían mis últimos momentos.

Lana y Giovanni vinieron a mi mente y las lágrimas salieron con más intensidad.

De un momento a otro, un pequeño suspiro entró por mi garganta y lo utilicé para toser con fuerza una última vez antes de caer de espaldas en el colchón. 

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