—Te llamo cuando vayamos a almorzar, Chester.— Dije después de que me abriera la puerta del auto.
Mientras conducía hasta el edificio de la bruja, revisé un poco mi nuevo teléfono y me di cuenta de que tenía los números de Tom, Chester, el apartamento y la oficina de mi mamá guardados en la agenda.
—Como ordene, señorita Grimaldi.— Dijo sonriendo.
Me encaminé a la entrada del edificio y para mi mala suerte, me encontré con Savannah. Me miró de arriba abajo con repulsión.
—Oh vaya... La puta mayor se viste de marca.— Dijo cruzándose de brazos.
Reí.
—Que me vista de marca no quiere decir que me haya vuelto una nenita.— Dije tranquila.
No dijo nada así que me acerqué lentamente hasta quedar a unos centímetros de su rostro.
—Aún puedo darte una paliza mucho peor que la anterior, así que, aparta.— Dije seria.
Noté como los músculos de su mandíbula se tensaban, pero para mi sorpresa, pasó por mi lado, empujándome levemente con su hombro. Rodé los ojos y me encaminé a la habitación de Lana. Sin siquiera tocar, entré.
Estaba durmiendo así que arranqué la almohada que tenía debajo de su cabeza, haciendo que ésta diera de lleno en el colchón, sobresaltándola.
—¿Qué coños?— Preguntó sin abrir los ojos por completo.
—Arriba, rubia.— Dije divertida y le lancé la almohada a la cara con fuerza.
—¡Joder, Kiana!— Exclamó mientras pasaba sus manos por su rostro para despejarse.
Se levantó de la cama y pasó directamente al cuarto de baño. Mientras ella se despabilaba, me senté en la cama, saqué de mi bolso la caja de Camel, tomando un cigarrillo y encendiéndolo. Le di una larga calada y antes de expulsar el humo lentamente, lo mantuve en mi garganta unos segundos.
Lana salió del baño con un rodete desordenado en el cabello y con cara de dormida aún. Le sonreí y ella hizo lo mismo. Me levanté y fui a abrazarla. Me apretó con tanta fuerza que pensé que me sacaría los pulmones.
—Estás muy hermosa, Kiana.— Dijo al separarse.
—No lo vale.— Suspiré antes de sentarme en la cama de nuevo.
—¿Por?— Preguntó haciendo una mueca.
Entonces recordé que la última vez que vine, no pude decirles nada a ella y a Gio ya que el idiota me llamó demasiado pronto para que le entregase el dinero a la bruja.
—¿Recuerdas que dije que es un enfermo mental?
—Sí.
—Bien... Lo es.
—¿Te ha hecho algo, Kiana?- Sonaba más furiosa que preocupada.
—Sí. Comprarme ropa de marca, un collar seguramente carísimo y un teléfono que aparenta lo mismo.
—Pero eso no suena mal.
—Lana, créeme que lo aceptaría con gusto si no tuviese que usar todas estas cosas y quedarme con él, prácticamente a la fuerza.— Dije antes de darle una larga calada a mi cigarrillo.
—Explícate.
Suspiré y apagué el cigarrillo en el suelo, pisándolo con mi sandalia.
—Es un enfermo. Tiene una obsesión conmigo desde que soy una niña. Según me dijo, le había dicho a la bruja desde hace cuatro años que me dejara vivir con él, pero ella siempre le dijo que no porque me necesitaba para sacar toda esta mierda adelante.
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Falling Down
General Fiction¿Qué sucede cuándo a una chica la obligan a, prácticamente, arruinar su vida? ¿Y si la persona que la somete a esto, fuese una de las que debe amarla más que a cualquier cosa en el mundo? ¿Qué puede llegar a ocurrir si la vida obliga a una joven a c...