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- Es mi hermano —le contesta _____ en un tono que pretende acabar con esta conversación. Su charla está empezando a ponerla nerviosa.

—Entonces tú no estudias aquí, ¿verdad? —le pregunta mientras frunce el ceño—.

Pareces un poco joven. ¿Cómo has conseguido este trabajo?

_____ no le contesta enseguida. Empieza a sentirse un poco incómoda con todas las preguntas que le hace. Empieza a contar los pisos que faltan en voz baja. Solo desea que se acabe el trayecto.

—Normalmente solo contratan a estudiantes de la universidad, si no, ya habría intentado conseguir un trabajo aquí. Me encantaría trabajar en la biblioteca. —El chico tiene una expresión dura, y su tono de voz es muy ronca pero a la vez amigable. Si se ha dado cuenta de su tono distante, no parece importarle.

—Y si no eres universitario, ¿qué haces aquí? —pregunta _____, confusa.

—Mi instituto tiene un programa que te permite coger algunas optativas en la universidad —contesta—. ¿Y tú? ¿Cómo conseguiste este trabajo?

—Ahora estoy viviendo con mi hermano —dice _____ tras unos segundos—. Él lo arregló todo. —El ascensor se para y los dos chicos se bajan.

El depósito está oscuro. Hay un interruptor para las luces que ____ se apresura en apretar. Parpadea mientras sus ojos se acostumbran a la luz. Sus miradas se encuentran y por un momento, _____ tiene la sensación de sentirse igual que lo haría cualquier otra chica de su edad al estar a solas con un chico guapo. Está un poco nerviosa y siente vergüenza y atracción a la vez.

_____ avanza, alejándose de él tanto como puede. Ahora mismo no puede enfrentarse a algo así.

—¡Eh, cuidado! — Andy la coge de la mano para intentar evitar que se dé de bruces contra las estanterías metálicas. _____ retira el brazo rápidamente, y se sorprende de lo mucho que le ha afectado el contacto de su piel. Es como si su mano ardiera como una cuchilla... pero el efecto es un poco diferente. La cuchilla la aturde, le hace olvidar,pero esto... bueno... Tiembla y empieza a frotarse los brazos compulsivamente.

—¿Tienes frío? —le pregunta, alzando una ceja.

—Estoy bien, gracias. Yo... Vamos, busquemos tu libro, ¿vale?

_____ vuelve a comprobar la signatura y se vuelve hacia los estantes. Enseguida con el libro y se dispone a entregárselo al chico cuando se percata del título y se queda paralizada.

—¿Va todo bien? — Andy la mira con el ceño fruncido.

—Oh, sí... Es que... —La voz de _____ se va apagando. No puede dejar de mirar el libro. Vaya, no debería sorprenderse tanto. El chico ya le había comentado algo de antropología, y este título es un clásico.

—¿Conoces este libro? Quiero decir, ¿has leído Tristes Tropicos? —le pregunta mientras se lo coge de las manos.

—Sí, de hecho, un par de veces —contesta ____ tras unos segundos de silencio.

Cierra los ojos un momento y visualiza el estudio de sus padres con las paredes repletas de libros. Tristes trópicos, tercer estante, segundo libro empezando por la derecha.

—¡No había conocido a nadie que lo hubiera leído! — Andy parece impresionado—. Es genial, ¿verdad? —comenta perdiéndose entre las páginas—. Supongo que tu hermano te habrá hablado de él. Si no fuera por este libro, ni siquiera me hubiera matriculado en sus clases.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, el año pasado, justo antes de empezar las clases aquí, estaba paseando por el centro tratando de decidir qué asignatura hacer. Pensaba que acabaría escogiendo algo tipo química o mates, porque quedaba muy bien en mi expediente y me podía ayudar a entrar en una buena universidad. En fin, se puso a llover y me metí en una tienda de libros de segunda mano.

Uno de estos cayó literalmente de uno de los estantes mientras buscaba otra cosa. Lo abrí y cuatro horas después continuaba allí, leyendo. Fue entonces cuando decidí que haría antropología.

—¿De veras? —Contra su propia voluntad, ____ no puede evitar sentir curiosidad.

Ella tampoco había conocido antes a nadie (a nadie de su edad, se entiende) que hubiera leído el libro, así que ni hablar de alguien tan fascinado por él.

—Sí, en serio —asiente Andy—. Es como una historia de aventuras, ¿verdad?

—¡Sí, exacto! —A _____ se le ilumina la cara. Por un segundo se olvida de que Tristes trópicos era el libro favorito de su padre. Se olvida de las tardes lluviosas de sábado que ella pasaba junto a la ventana escudriñando todos los libros favoritos de su padre.

Se olvida de que ya no tiene un padre, e incluso olvida ser infeliz—. Es como una historia de aventuras —continúa—, pero ¿Sabes qué es lo más divertido? ¿Te acuerdas de cómo en la primera página explica que ni siquiera le gustan las historias de aventuras?

—Sí —dice Andy, riendo—. ¡Y después va y escribe una!

La chica de la sonrisa rota. [Andy Biersack y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora