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Pues claro que iba a llover.

_______ mira por la ventana lánguidamente aunque en realidad no se ve nada. Nada, claro, a excepción de la tromba de agua que está cayendo, el inútil recorrido que las varillas limpiaparabrisas se empeñan en hacer una y otra vez y la luz de un relámpago que ilumina la noche ocasionalmente.

A pesar de que el hombre del tiempo había asegurado un cielo azul, a pesar de que en la última semana había hecho unos preciosos días de verano, en el momento en el que se subió al coche _______ supo que iba a empezar a diluviar.

Se pregunta si Andy estará nervioso, si le preocupará conducir con este tiempo tan asqueroso; la única vez que ha parado de llover ha sido para granizar. O quizás a él le preocupe que ella pueda estar preocupada. Preocupada de estar involucrada en un accidente. En otro accidente.

A _______ eso no le inquieta, pero se siente claramente incómoda. Tanta lluvia le pone nerviosa.

—Me desvío por aquí, ¿verdad?

_______ no le responde. Está mirando por la ventana es-forzándose por ver algo a través del cristal lleno de gotas. Pero, por supuesto, sus intentos son en vano —apenas reconoce la carretera—, aunque también es innecesario. No necesita ver nada. Sabría dónde está incluso con los ojos vendados.

—Oye, ¿no se supone que tengo que girar por aquí?

—Para.

—¿Qué?

—Para el coche.

Andy para en el arcén de la carretera junto a un campo.

—¿Estás bien? ¿Te encuentras...?

_______ no espera a que termine la frase y no duda más que un breve instante antes de ponerse a caminar bajo la lluvia.

No va vestida para un día como este y en pocos segundos la lluvia le cala hasta los huesos, pero ella apenas se da cuenta mientras camina sin rumbo fijo a través del campo. Allí, tal vez a cinco o seis metros de la carretera, hay un enorme y viejo olmo.

—¿Qué estás haciendo? —le grita Andy. Sale del coche y corre hasta donde esta _______ de pie, frente al árbol.

—_______ . —Tiene que gritar para que ella le oiga entre tanto trueno—. Vamos, vuelve a entrar en el coche.

_______ le mira, pero sin verle. Extiende la mano y toca un lado del árbol, un fragmento del tronco que no tiene corteza, como si la hubieran arrancado, y en su lugar hay una mancha de pintura azul oscura.

Qué extraño que, después de tantos meses, después de tanta lluvia, la pintura siga allí.

Cae de rodillas frente al árbol. Siente el crujido de papel de celofán y mira hacia el suelo. Tarda un segundo en darse cuenta de que está arrodillada sobre docenas de ofrendas florales que se han ido descomponiendo y que son ahora irreconocibles si no fuera por las sucias lazadas y los envoltorios de plástico.

La escena le debería afectar, inquietar, incluso dejarla hecha polvo y, sin embargo, _______ no siente nada más que la incomodidad de la lluvia empapándole la ropa y la piel. No siente nada, el drama del tiempo, la importancia del lugar no ejercen ningún efecto sobre ella. No sabe muy bien qué estaba buscando, pero lo cierto es que no era esto, este vacío, este sin sentido.

A Andy se le ve mucho más afectado que a ella. Se va quedando pálido al comprender el significado de la corteza arrancada del tronco, la mancha de pintura y los ramos de flores destruidos en el suelo.

—Vámonos. —_______ se levanta—. Vamos. —Coge a Andy del brazo, él también está empapado—. Salgamos de aquí. —Le lleva hacia el coche.

Andy entra y cierra la puerta con contundencia, le lanza una mirada escrutadora pero no dice nada más que:

—Quedan dos Kilómetros y medio, ¿no?

—Sí. Ve por la siguiente salida a la izquierda, y a partir de ahí es todo recto.

Ninguno de los dos dice ni una palabra durante el resto del viaje. _______ espera a que Andy no esté tan incómodo ni tan congelado como está ella.

—¿Es aquí?

—Ahá, exacto. Aquel buzón que hay más arriba.

Andy aparca en el camino de entrada y apaga el motor. _______ está en casa. Después de todos estos meses, está en casa....

La chica de la sonrisa rota. [Andy Biersack y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora