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—Pero ¿qué le dijiste a Andrea? Por alguna razón no te puedo imaginar diciendo ninguna tontería.

—Ponme a prueba. —________ suelta un profundo suspiro—. Es una larga historia. Yo... En fin, una cosa de un gato.

—¿Un gato? —Andy se echa a reír—. No me esperaba nada de eso. ¿Es porque la hermana de Andrea hace de voluntaria en el refugio de animales?

—¡No voy a volver a pasar por esto! —_________ le da un leve golpe con la mano a Andy, pero también se está riendo.

—Te lo preguntaba porque no me pareces una persona de gatos.

—Sí, bueno, no lo soy. Pero ¿a qué te refieres? —pregunta ________ con curiosidad.

—Bueno, ya sabes... Existe ese tipo de personas a las que le gustan los gatos... —Andy se para y la mira. _________ hace un gesto decidido de negación—. Y luego hay gente como tú. Y como yo. Gente a la que le gustan los perros.

—Ya lo entiendo —asiente _________—. Te refieres a que hay un tipo de persona a quien le gusta el helado de chocolate y otro a quien le gusta el helado de vainilla... Aunque claro, hay alguna gente que prefiere los polos de colores fosforito. —Le mira de cerca—. Café, ¿verdad?

—Muy buena. —Andy se acomoda con las manos detrás de la cabeza—. Pero era demasiado fácil.

—¡Vete a la chingada! ¿Cómo iba a saberlo?

—Sí, sí... Creo que te di una buena pista cuando el otro día te invité a un capuccino.

—Bien —dice ________, poniendo los ojos en blanco—. Pero si vamos a dividir el mundo en dos tipos de personas, ¿podrías decirme alguna categoría más interesante?

—Odisea o Ilíada —contesta enseguida.

—¡Por favor! ¡La Ilíada!

—Sin duda. —Andy le da la razón.

—Bueno, oye, como tú muy bien has dicho, yo crecí con todo esto. Pero ¿cuál es tu excusa?

—Tienes una hoja en el pelo. —Andy extiende la mano y se la quita. Ambos se quedan callados.

—Vamos —insiste ________ tirándole de la manga—. Cuéntamelo.

—Bien. —Andy deja caer la mano. Se sienta y estira las piernas—. Mis padres no son profes de universidad. Mi padre es banquero y, cuando yo era pequeño, viajábamos un montón. Me refiero a lugares muy lejanos. —Hace una pausa.

—Sigue —le anima ________ con gesto de interés. Se cambia de postura, la pierna se le ha dormido y está un poco incómoda. Un segundo después vuelve a estirarse boca abajo apoyando la cara en la sudadera de Andy y lo mira de lado.

—Pasaban dos cosas —sigue Andy—. En primer lugar no había buena televisión, pero tenía total libertad para encargar libros. Y en segundo lugar, para que no perdiera el hilo y como las escuelas no siempre eran de lo mejorcito, mis padres me pusieron un profesor particular que era un poco chapado a la antigua. Me refiero a que vestía

chaleco y consultaba la hora en su reloj dorado de bolsillo, ¿me entiendes? Debía tener unos ciento cincuenta años. Era de Inglaterra y según tengo entendido también había sido banquero, pero hacía años que se había jubilado. Había estado en Oxford y en Cambridge...

—¡La gente no suele ir a las dos! —protesta _________ entre risas.

—Créeme, él sí. O tal vez estudió en una y dio clases en la otra. Quién sabe. Es igual, el caso es que hizo que me interesaran los libros.

—¿Qué leíste? —pregunta ________ intrigada.

—Cualquier cosa. De todo. Podía hacerme leer desde ciencia ficción hasta Milton.

—¿Ciencia ficción? —________ hace una mueca.

—¿Qué hay de malo con la ciencia ficción?

—¿Digamos... todo? ¿Y Milton? ¿Por qué no Shakespeare?

—También lo leímos. Pero ahora que lo dices, esa también es una buena categoría. —Andy pone cara pensativa—. Gente a la que le gusta Milton y gente a la que le gusta Shakespeare.

—¡Si no fuera que la gente que prefiere a Milton antes que a Shakespeare está loca!— responde ________ indignada.

—Es verdad... De hecho a mi profesor le encantaba Milton.

—Sí. Y además te hacía leer ciencia ficción. ¿Cuál es tu Shakespeare favorito? —_______ se pregunta si será el mismo que el suyo...

La chica de la sonrisa rota. [Andy Biersack y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora