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_________ estaba segura de haber perfeccionado la técnica de fingir que presta atención en clase cuando tiene la cabeza en la luna de Valencia. Sabía cómo hacer ver que estaba produciendo apuntes a nivel industrial cuando en realidad no hacía más que garabatear en el papel, sabía cómo fingir que seguía la lectura del libro aun teniéndolo abierto por donde no tocaba, y sabía cómo asentir a lo que decía la profesora en los momentos clave y parecer que estaba escuchando.

Pero, por alguna razón, esas indiscutibles habilidades parecen haberla abandonado.

Porque hoy _________ sabe que, para cualquiera que se moleste en mirarla, es demasiado obvio que, aunque físicamente está en clase de francés, su mente está muy lejos de aquí.

No puede parar de pensar en lo que pasó en el depósito. No puede parar de pensar en lo que pasó con Josh hace dos noches, y no puede parar de preguntarse cómo actuará, cómo debería actuar la próxima vez que vea a Andy o a su hermano.

Al menos ha tenido un respiro en lo que se refiere a su hermano. Anoche, cuando finalmente llegó a casa temiendo un enfrentamiento inevitable, Alice le recordó que Josh había tenido que ir a otra conferencia y no volvería hasta mucho más tarde. Y Alice tampoco mencionó el altercado. Ya le había expresado sus sentimientos en la nota, y _________ le agradeció que no tuviera intención de volver a sacar el tema.

_________ está segura de que, cuando vuelva a ver a Josh, la situación será muy violenta, pero no tiene absolutamente ni idea de cómo serán las cosas cuando vuelva a ver a Andy. No hay ninguna razón para pensar que no vaya a ir bien, mejor que bien, de hecho, si no fuera porque ella misma está lejos de sentirse bien.

_________ cierra los ojos y un torrente de imágenes de la tarde anterior le pasan por la mente. Es imposible pensar en el día que pasaron juntos sin que se le mezclen los sentimientos: fue genial hablar con él; jamás debería haberle explicado cómo empezó a cortarse. Fue maravilloso besarle; fue aterrador besarle. Fue increíble oírle hablar de sus miedos y esperanzas; ella no es suficientemente fuerte para enfrentarse al dolor de otra persona.

Las cosas eran más simples antes de que él apareciese en su vida. Estaba el accidente por un lado y la cuchilla por el otro. Toda su vida giraba en torno a eso. Ahora las cosas distan mucho de ser simples.

Suspira profundamente, no puede evitar darse cuenta de que la chica que se sienta a su lado la mira de un modo extraño.

Tal vez solo necesite un poco de tiempo para poner las cosas en orden. Al fin y al cabo, ¿quién le dice que lo vaya a ver hoy? Ya es la última hora de clase, puede ser que él no esté fuera, no la ha llamado, ella es la que...

A _________ se le escapa la risa. No muy fuerte, pero lo justo para que la chica que se sienta a su lado la mire otra vez con cara rara.

Pero esta vez, no le importa. Le parece absurdo que, después de todo lo que ha pasado, lo primero que piensa sea ¿Me llamará él o debería llamarle yo? El tipo de cosas que Angie y ella pasaban horas discutiendo. Por un segundo vuelve a sentirse como una chica normal.

La clase termina y _________ sale del aula con el resto de sus compañeros. Mientras avanza por el pasillo va mirando a los lados entre aliviada y decepcionada de no verle por allí.

Bueno, tú querías estar un rato sola para pensar, ¿no?

Hay un montón de estudiantes yendo de acá para allá en la entrada del instituto pero, una vez más, Andh no está por ninguna parte. Sin embargo, _________ ve a Dianne y Andrea y se acerca a ellas.

—Bueno, ¿qué te parece? —Andrea sonríe a _________ girando sobre uno de sus talones.

_________ está algo confusa hasta que se da cuenta de que le está pidiendo su opinión sobre los nuevos zapatos.

— ¡Oh, son geniales! —dice _________ con admiración—. Y me encanta el color.

— ¿Verdad que sí? No me puedo creer que les quedara un par de mi talla. Y son muy cómodos.

—Tendrías que haber venido con nosotras —dice Dianne —. Tenían un montón de cosas geniales rebajadas. Yo me compré dos pares, pero hoy no me los he puesto —añade cuando _________ le mira los pies.

— ¿Qué te compraste?

—Los mismos que Andrea, aunque le he prometido que no me los pondría hasta el año que viene, que iremos a facultades diferentes. —Dianne pone cara de pena—. Y otro par que son más bien para ir de fiesta que para llevarlos al instituto, pero son una pasada. Negros. Superaltos. De tiras.

—Íbamos hacia el parque —dice Andrea—. Ya no nos queda dinero para hacer mucho más. ¿Te apetece venir con nosotras hoy?

—Sí, claro —responde _________ unos segundos más tarde. Probablemente eso sea precisamente lo que ella necesita. Ni escenitas con su hermano, ni ensayar las escenas de antemano, ni pasarse el rato pensando en Andy y en cómo van a ir las cosas con él.

La chica de la sonrisa rota. [Andy Biersack y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora