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—Bueno, supongo que con esto ya está. Tienes que escribir las notas a pie de página, porque yo ahora no estoy para eso.

—¿Seguro? —_________ mira con ansiedad la pantalla del ordenador—. Sigo pensando que deberíamos incluir aquello de lo irónico que es que la granada, lo que la mantiene retenida en el inframundo, sea un símbolo de...

—Mira, no te interesa que el trabajo sea demasiado bueno, ¿no? —Josh le echa una mirada—. O sea, no quieres que todo el mundo sepa que tu hermano hizo la mayoría

del trabajo, ¿verdad?

—¡Pero eso se me ha ocurrido a mí, y no a ti!

—Pues mira por dónde —separa la silla del escritorio y estira los brazos por encima de la cabeza, luego mira al suelo donde ella está sentada—, yo ya estoy. No me había quedado toda la noche escribiendo un trabajo desde la facultad, y la verdad es que podía vivir tranquilamente sin esa experiencia. No es broma, _________. Me dijiste que el trabajo este te lo mandaron hace tres semanas, si necesitabas ayuda con él, ¿no me lo podrías haber dicho antes de las dos de la madrugada del día de la entrega?

—Bueno, supongo. Quiero decir, sí —dice _________ entre bostezos. Ni siquiera se puede creer que se lo haya pedido a esas horas.

Después de habérselo encontrado llorando, después de la impresionante declaración

que la ha emocionado hasta un punto que ella creía imposible, se han sentado en la mesa de la cocina a hablar. Sin embargo, no han hablado de nada especialmente

significativo como ella hubiera esperado.

Lo cierto es que, después de esa muestra desnuda de emociones, a Josh le ha resultado imposible continuar actuando de un modo frío y reservado y su actitud hacia ella se ha suavizado considerablemente. Y a pesar de ello, el contenido de su conversación, para la profunda decepción de _________, se ha mantenido en el plano más superficial. Y así es como _________ se ha visto a sí misma hablando no de lo mucho que añora a sus padres, de lo extrañas que son ahora las circunstancias, sino hablando, finalmente, del examen de francés y de los problemas que estaba teniendo para escribir el trabajo. Josh le ha propuesto escribirlo con ella, para ella, en realidad, tal y como han ido evolucionando las cosas. Seguramente esto es algo que no hubiera ocurrido hace unas semanas. Al menos no con esta facilidad y comodidad, y, aun así, sentada en el suelo con la espalda apoyada en el escritorio, _________ se siente vacía.

Sigue habiendo algo —todo— por resolver entre ellos y aunque hablar así con él es mucho mejor que no hablar en absoluto, todavía desea más.

—De todos modos —continúa mientras cambia de posición las piernas, que se le han dormido de tenerlas quietas tanto rato. Son casi las seis y media de la mañana y han estado en su habitación durante las últimas cuatro horas—. Gracias, no lo habría conseguido acabar sin tu ayuda.

—Sí, claro, por supuesto —responde Josh, pero _________ se da cuenta de que no le está prestando atención, que está mirando la copia del Bulfinch de su padre que sigue sobre el escritorio y de la que, sorprendentemente, ella se había olvidado.

—¿Has...? —Josh no acaba la frase, coge el libro frunciendo el ceño y lo hojea—. Esto es... es... de... de... de casa, ¿no?

—Aja —asiente _________. Se da cuenta de lo difícil que le resulta a su hermano pronunciar esa palabra—. Yo... mmm... Lo cogí aquella vez que... fui a buscar mi ropa.

Sabía que lo iba a necesitar...

—¿En serio? —pregunta él, mirando al suelo, donde está la mochila de _________.

La chica de la sonrisa rota. [Andy Biersack y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora