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________ sale del coche lentamente, con cuidado, como si de repente hubiera envejecido y se hubiera quedado débil. Está paralizada observando la casa, ya no nota la lluvia que le cae por la cara y le sigue empapando la ropa que se engancha contra su piel.

—Tal vez deberíamos entrar—le sugiere Andy con tacto.

—Oh, sí. —________ le mira sin verlo—. Deberíamos entrar.

Empieza a caminar pero tropieza con la grava del camino.

—¿Estás segura de que esto está bien? —Andy la coge del brazo—. ¿Seguro que quieres hacer esto?

—Quizá... Tal vez... No lo sé. —________ niega con la cabeza. De repente no está segura—. A lo mejor podríamos ir a algún sitio... a comer, antes —dice finalmente.

________ sabe lo absurda que suena esta propuesta. Solo son las diez y pico de la mañana, los dos están totalmente mojados y la casa, aunque resulta intimidante, al menos les ofrece posibilidad de estar cómodos. Podrían entrar y cambiarse de ropa.

Casi toda su ropa sigue estando ahí y seguramente podría encontrar algo para Andy.

—Lo que tú digas. Depende de ti.

—Eres tan... Eres demasiado... —________ no acaba la frase.

*Perfecto, maravilloso, adorable.*

—Bueno —dice ________ finalmente. La palabra es totalmente inadecuada—. Eres demasiado bueno.

—Vaya, no tengo ninguna intención de meterte ahí dentro a rastras. Mira, sea lo que sea lo que quieras hacer, este es tu momento. Totalmente. Pero tal vez deberías empezar a decidirte, esta lluvia me está empezando a tocar las narices.

—Volvamos al coche —dice dirigiéndose al asiento del copiloto.

—¿Y ahora? —Le pregunta Andy después de entrar y girar la llave de contacto—. ¿De veras te apetece ir a comer?

—Al menos aquí no nos mojamos. —________ no contesta directamente a su pregunta—. ¿De quién es el coche, por cierto?

—Del hermano de Jinxx.

—¿Le has dicho para qué era?

—No. No me lo ha preguntado.

—Oh —asiente ________ —. Escucha, lo que he dicho allí fuera... —Pica con los dedos en el salpicadero—. Es verdad.

—¿El qué?

—Eres tan... tan... —Para sorpresa de ________, se le rompe la voz. Le choca que la amabilidad de Andy tenga el poder de emocionarla tanto. Qué extraño que esto le afecte tanto después de que el escenario del accidente la dejara fría.

—¿________?

—¿Sí? —Su voz es ahora más firme y siente que vuelve a tenerlo todo bajo control.

—Tú también.

—Oh. —Apoya los codos en el salpicadero y aprieta la frente contra las palmas de sus manos—. Si tú lo dices...

—¿Estás llorando?

—No. —________ levanta la cabeza—. Ya deberías saberlo a estas alturas. Yo no lloro. Mira, vamos a comer algo, ¿vale? Ya sé que es muy pronto, pero vamos igualmente. Hay un sitio donde solían ir todos los de mi antiguo instituto. Solo está a tres kilómetros de aquí. —Mira el reloj—. No habrá nadie a esta hora.

—De acuerdo. —Andy conduce marcha atrás para salir del camino de entrada—. Supongo que me sentará bien algo caliente. ¿Tienen buen café?

—Chocolate caliente.

—¿Eh?

—Chocolate caliente. Es un local pequeño. Lo llevan una pareja de Francia y el chocolate es su especialidad. Al menos es lo que todos se pedían siempre. Pero te puedes pedir mitad café, mitad chocolate. Te gustará, te lo prometo.

—¿Sigo recto?

—No, a la derecha y después otra vez a la derecha. Enseguida lo verás.

—¿Es aquí? —Andy aparca frente a la puerta del café. Está situado entre una serie de tiendas que forman un semicírculo alrededor de la estatua de un héroe de la Guerra de la Independencia—. Se me engancha la ropa —dice al salir del coche.

—Lo siento. —________ no puede evitar sentirse culpable—. A mí también. A lo mejor dentro nos secamos un poco.

—¿Es demasiado pronto para pedirme un postre? —pregunta Andy mirando el menú.

—No, para nada. —________ se revuelve incómoda en el banco. Los vaqueros mojados le están haciendo la vida imposible—. Yo sé lo que vas a querer. El helado ese de café moca. Ni siquiera sé cómo se pronuncia. Tienes que probarlo.

—¿Hay camarera aquí?

—Tienes que ir a pedir a la barra.

—¿Tú solamente quieres un chocolate caliente?

—Mmm, sí, porque...

—¡¿________?!

—¡¿Angie?! —________ está tan sorprendida que apenas puede hablar. Se levanta y mira a lo que debe ser un fantasma, porque no se puede acabar de creer que lo que está viendo sea real. Después de todos estos meses, después de las llamadas de teléfono que ha evitado, finalmente se encuentra cara a cara con su mejor amiga...

La chica de la sonrisa rota. [Andy Biersack y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora