V
A la salida del instituto, saco el móvil para llamar a mi tío Isaac y asegurarme de que va a ir a recoger a Jessica y Jade cuando salgan de comedor de la escuela.
Nada más descuelga le recuerdo su obligación, y su risa recorre la línea hasta mis oídos entre todo el barullo de la salida de clases.
—Joder, Zeph, que poca fe tienes en tu querido tío —dice divertido con un intenso acento británico debido al estar hablando español.
Yo resoplo y me río débilmente, observando en ese momento a Arturo buscar a alguien entre la multitud a pocos metros de donde me encuentro.
—Bueno, creo que ambos somos conscientes de quién es el más responsable aquí, Isaac —me burlo. Él me imita mientras refunfuña, pero sé que no se lo toma en serio.
Mi tío Isaac es el hermano pequeño de mi madre y, a sus veintiocho años, aún no es demasiado consciente de lo que significa la palabra responsabilidad. Es muy buena persona y confío plenamente en él para cuidar de mis hermanos, pero más allá de eso y de su trabajo reparando aparatos electrónicos, su vida podría resumirse por libertad. A veces, demasiada.
—Ok. Sabes que me paso luego, así que relájate. ¿Hoy quedaste con esos amigos tuyos del club? —habla finalmente pasando al inglés. Sinceramente, no sé qué problema tiene con el español tras ya llevar unos años viviendo en este país.
—Sí, justo después de comer. Así que... te dejo ya. Acuérdate de recoger a Jess y Jade y no te metas mucho con la pequeña popcorn —le recuerdo.
Espero a su despedida y cuelgo.
Entonces, busco a mi amigo con la vista. Mientras hablaba, he visto como Arturo conversaba con su hermana y luego corría detrás de ella. Sé que el novio de esta, un tal Nacho, no es de lo mejorcito del instituto, y entiendo que no quiera que la hermana se junte con él. Aún así, no sé si últimamente se está estresando demasiado.
Por ello me acerco a su lado cuando lo diviso y lo animo a venir a comer conmigo, dejando que descargue todos sus problemas en una intensa conversación en la cafetería. Al finalizar, volvemos al instituto para ir al aula del Club de Manualidades.
En el camino, no puedo evitar darle vueltas al trato que tengo con Héctor. Sí, quizás lo he estado alargando mucho, pero no soy capaz de soltarlo y ya. De golpe y a lo tirita, como diría él.
Llegamos al aula llena de polvo acumulado durante el verano, únicamente con el suelo limpio gracias al personal de limpieza del instituto. Al entrar veo que Dana ya se encuentra allí, sentada con los pies apoyados en la mesa y reclinada en la silla, mirando el móvil. Decido dejarme caer a su lado sin decir nada mientras Arturo trastea en el pequeño cuarto anexo.
Desde mi posición, puedo ver que Dana está mirando fotos de su mejor amigo, Darío, y siento una punzada en el pecho. Sí, quizás soy un tonto chico enamoradizo que busca un brote de esperanza en terreno yermo, pero distingo algo raro. Dana tiene el ceño fruncido y se muerde un labio distraídamente. Está molesta.
Mis sospechas se confirman cuando cambia de pantalla y se pone a ver las fotos de una chica de ojos verdes bastante mona, y se intensifican cuando llega a una foto donde Darío y la chica posan agarrados de la cintura lateralmente mirando a la cámara. Si antes Dana tenía el ceño fruncido, ahora le llega casi a la nariz.
No creo que sea solo cosa mía y me lo esté imaginando. Así que... ¿puede que haya una oportunidad? ¿Puede que al final sí que pueda seguir el consejo de Héctor? Aún así, ¿qué hago? ¿Confesarme abiertamente y dejar que me plante en toda la cara su falta de reciprocidad?
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Sentimientos sempiternos
Teen FictionZephir es un chico al que le encantan las novelas románticas juveniles. Pero eso no significa que, en la vida real, esté dispuesto a formar parte de un triángulo amoroso donde: 1. No lleva las de ser la esquina beneficiada. 2. La c...