D a n a | XLIII

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XLIII

—Entonces... ¿dormisteis juntos? —insiste Jess por segunda vez, tirando de nuevo los dados sobre el tablero. Me muerdo el labio, divertida, y susurro entre dientes:

—Más o menos.

—¡Menos que más! —exclama Zeph, pasando por ese instante por el hueco de la puerta con el móvil apoyado contra su oreja, con el cuello rojo por la vergüenza. Esta vez me río sin inhibiciones—. ¡Dana! ¡Explícale tú después a mi madre qué quiere decir Jess con eso!

—Perdón, perdón —me río, sujetando mi estómago con mis manos. Jessica y Jade asienten en silencio, confirmando palabras secretas, la primera con una enorme sonrisa en el rostro.

—Entonces... ¿dormisteis como adultos? —interrumpe, haciendo que Zeph abra la boca de par en par, bajando el teléfono por un momento.

—No sé si puedo contestar a eso —murmuro, intentando llenar de aire mis pulmones.

—Estás cavando mi tumba, Dana —musita Zeph. Pese a que intenta esconderla, y para su consternación, una pequeña sonrisa tira de las comisuras de sus labios—. Como intente de nuevo darme la charla, te arrastraré conmigo.

—Es bueno hablar sobre sexualidad, Zeph —sonrío, respirando hondo varias veces para calmarme.

—¿Sexualidad? El otro día una chica de sexto estaba hablando de eso en el pasillo del cole —interrumpe Jessica.

—No sé si preocuparme por lo que pudiste oír —dice Zeph, frunciendo el ceño. Jess se encoge de hombros. Su hermano mayor suspira y me mira a mí de nuevo, componiendo de nuevo una pequeña sonrisa—. Estoy de acuerdo, pero no con mi madre. Creo que no hay persona en este mundo que lo trate de una forma tan... weird.

—No te creas. La charla del año pasado en el instituto a mí me coincidió con la tutoría del anterior profesor de inglés. Ni él ni su bigote sabían dónde meterse —recuerdo.

Zeph se ríe, recordando las intensas sudoraciones de aquel profesor. En ese momento, su móvil comienza a sonar. Se despide con un gesto de la cabeza, cogiendo el móvil. Sale de la habitación y Jess, Jade y yo volvemos a quedarnos solos.

Jade bosteza mientras Jess mueve su ficha de una oca a otra. Cuando acaba y me pasa los dados, me perfora con la mirada.

—Entonces... ¿dormisteis abrazados? Mamá me dijo antes de irse que estábais muy juntitos esta mañana —murmura, mirando sobre mi hombro cuidando de que su hermano no aparezca.

Niego con la cabeza y tiro los dados, sonriendo.

—Yo dormí en la cama de tu hermano y él en un colchón aparte en el suelo. Solo que me debí caer en algún momento ya por la mañana y por eso Rose nos encontró en el colchón a los dos —explico, moviendo la pequeña ficha verde con forma de pato por el tablero. Una sonrisa tira de mis comisuras aún más al recordar la cara de Zeph mientras explicaba a su madre lo que había pasado, ella más divertida que molesta, mientras yo me contenía por no decir que "caerse" requiere de involuntariedad. Aunque eso Zeph no lo sabía. Pero el primer plano de su rostro mientras se despertaba a mi lado valió la pena.

Meto los dados en el cubilete y se lo paso de nuevo a Jess, que me mira con los ojos muy abiertos.

—¿Y algún día vais a dormir juntos... como hacen los adultos y dijo la niña de sexto?

Una exhalación sorprendida y silenciosa cruza mis labios.

—¿Y esa curiosidad? —pregunto, intentando, esta vez, evadir la pregunta. Cruzo los dedos porque Zeph aparezca de nuevo por la puerta y me salve de un interrogatorio que abandona lo divertido para introducirse en terrenos mucho más pantanosos. Eso no llega a suceder.

Sentimientos sempiternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora