D a n a | LVII

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LVII

—¿Sabes? Creo que aún no me creo que seamos los primeros en tener pareja de los Sempiternos —comento en voz baja, lo suficientemente alto para que Zephir, que lleva agachado media hora atándose los cordones de sus zapatos, pueda oírme.

Miro a nuestro alrededor y cambio el peso sobre mis talones. El segundo timbre del hall suena, recordándonos que el suplicio de tener clase por la tarde se ha acabado, y varios alumnos rezagados nos adelantan mientras nuestros amigos caminan lejos de nosotros, hacia la salida. Una hora después, Zeph se levanta con cuidado de no desequilibrarse con el peso de la mochila y me sonríe como disculpa por su tardanza.

—¿A qué te refieres?

Me encojo de hombros mientras comenzamos a andar hacia la puerta.

—No sé. Pensaba que Arturo acabaría saliendo con ese chico, el moreno. Joder, nunca me acuerdo de su nombre. —Chasqueo la lengua con hastío—. En fin, el hermano de Eneas.

—¿Odiseo? —ofrece Zeph, con una sonrisa en sus labios.

Me contengo de poner los ojos en blanco ante su mueca de suficiencia y agarro mejor el libro física y química entre mis brazos. El olor a libro nuevo atraviesa mis fosas nasales ante el movimiento, signo de que he evitado tocar esta asignatura tanto como he podido.

—Lo que sea. El caso es que... woah. Piénsalo un poco. —Suelto un brazo del libro de texto y la muevo en arco delante de mí, acompañando mis palabras como si de un anuncio se tratara—. La primera pareja de los Sempiternos —susurro, haciendo más grave mi voz. Le lanzo una sonrisa a Zeph—. Y, si tenemos en cuenta que yo te pedí salir a ti... creo que soy la primera Sempiterna con pareja.

Él niega con la cabeza despacio, sonriéndome de vuelta.

—Dos apuntes —dice, instándome mientras a acelerar el paso cuando vemos que los Sempiternos nos esperan unos metros más adelante, en la verja del instituto—. Primero, lo último que has dicho no es del todo cierto. Y, segundo, en verdad la primera con pareja oficial es Victoria.

Entrecierro los ojos y abro la boca, dispuesta a replicar, cuando con dos últimas zancadas se sitúa al lado de nuestros amigos y se incorpora a su conversación.

Me ha dejado con la palabra en la boca.

Será capullo.

—Dana —me llama Beca, haciéndome un gesto con la mano para que me acerque a ella mientras los demás comentan el examen de Filosofía. Me sonríe y hace un gesto con la cabeza hacia Mireya, con la que ahora me doy cuenta estaba hablando hasta que llegué—. Mireya me estaba contando que está estudiando primer año de Periodismo.

—¿Periodismo? —Mis ojos se iluminan, lo que estaba hablando con Zeph se me olvida, y la recién descubierta novia de Victoria se gana de repente toda mi atención. Sonríe, luciendo el piercing que tiene sobre los dientes superiores, al mismo tiempo que yo musito un vergonzoso y aspirado "que guay".

—Si quieres información sobre la carrera pídele a Vicky mi número. Estaré encantada.

—Muchas gracias.

Me sonríe una última vez y, a continuación, Beca y ella vuelven a su conversación sobre la tienda de ropa deportiva donde trabaja Mireya, lugar donde se conocieron ella y Victoria como compañeras de trabajo. Está en medio de una anécdota sobre cómo la Sempiterna casi incendia el establecimiento cuando los demás anuncian que se van a ir ya para casa.

Victoria coge de la mano a Mireya y tira de ella hacia la salida casi corriendo, gritando sobre el hombro una pequeña despedida, siendo seguidas por Andrés y Arturo. Al cabo de unos segundos, los únicos que quedamos en la puerta somos Irina, Beca, Zephir y yo. Las dos chicas se despiden y caminan hacia la parada del bus, por donde segundos antes desaparecía Art, y yo observo como se aleja la pelirroja con una suave sonrisa en sus labios.

Sentimientos sempiternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora