Z e p h i r | LV

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Comienza la cuenta atrás. Tres capítulos, un epílogo.

AVISO: capítulo no muy apto para diabéticos. 
¿Aunque qué capítulo de Zeph lo es? :)

Espero que os guste <3

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LV

Salgo de clase corriendo, con la mochila ligeramente suelta balanceándose sobre mi hombro, sin hacer caso a los interrogantes que Dana deja a mis espaldas. Oigo como grita mi nombre varias veces, pero no me vuelvo. En su lugar me agarro a la barandilla de las escaleras con firmeza para impulsarme hacia delante, bajando aún más rápido.

El reloj del hall del instituto marca las seis de la tarde de otro jueves más con clases eternas mientras empujo las puertas con fuerza y atravieso la bajada exterior en una exhalación. Una vez la verja del instituto queda atrás, saco el móvil del bolsillo trasero de mi pantalón vaquero y marco el número de Raúl. Solo espero que haya hecho lo que le pedí hoy, en el hueco entre las clases de la mañana y la tarde, después de que los Sempiternos hubiésemos recogido todo lo usado en la pequeña celebración del cumpleaños de Dana, la cual había conseguido ausentarse de sus labores respecto al periódico con una entrega temprana.

La línea comunica en mi oreja. Cuelgo y vuelvo a llamar, maldiciendo con todas aquellas palabras que a mi madre le hubiera gustado que olvidara de su lengua materna.

—Joder. Ya va, ya va. —La voz de Raúl al otro lado del teléfono por fin me responde, en apenas un susurro, dejando que mi pecho se relaje mientras corro a través de un semáforo en rojo. Una puerta se cierra de su lado de la línea y, cuando vuelve a hablar, su voz suena distorsionada como solo un cuarto con eco puede conseguir—. Estoy en el baño.

—¿En el baño?

—Sep. Si me pongo a hablar por teléfono en el pasillo, en medio de una hora de clase, lo cual está muy prohibido, en español, la lista de sospechosos a los que castigar no sería tan larga como me gustaría —me explica, dejando que un sutil toque de recriminación tiña sus palabras.

—Lo siento. Seré breve. Solo necesito un poco de apoyo moral y confirmar que mi idea no es una estupidez demasiado grande.

Raúl suelta un suspiro pesaroso, aunque lo conozco: ahora mismo debe de estar sonriendo.

—Aún recuerdo cuando no eras capaz de pedir ayuda para nada y yo no tenía que esconderme en un baño, el cual está más limpio de lo que lo he visto en todo el curso, para darte mis muy sabios consejos —comenta.

Niego con la cabeza despacio, dejando que la sonrisa que se me forma en los labios se filtre en mi siguiente petición:

—¿Por favor?

Dude, ya sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

—Muchas gracias, Raúl —le digo, dejando que mis hombros se relajen con alivio—. En fin, mejor me centro en el tema para acabar cuanto antes. El caso es que tras el regalo que Dana me dio en mi cumpleaños, necesito estar a la altura con mucha urgencia.

—Aún no me has dicho qué te regaló —tantea.

—Y tampoco te lo voy a decir hoy —replico, divertido por la suave protesta que escucho al otro lado de la línea—. Entonces, ahora mismo existen dos opciones: que le encante lo que le voy a regalar o que lo odie.

—Bueno, teniendo en cuenta que en uno de los regalos llevas casi un mes trabajando... Lo que me recuerda que cuanto te llamé para hablar de mi regalo para Irina, tú monopolizaste un poco la conversación.

Sentimientos sempiternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora