A r t u r o | XXI

370 46 32
                                    

XXI

El viernes salgo de casa con la cabeza retumbando con el coro de los gritos de mi hermana de fondo. Pese a todo, no me arrepiento de haberle contado la verdad, aunque sí de no haber reaccionado aquel día en el bus lo bastante rápido como para tener pruebas de la infidelidad de Nacho. Porque está claro que Ginebra no creyó ni una de mis palabras.

¡FALSO! ¡MENTIROSO! ¡Solo quieres meterme ideas falsas en la cabeza para arruinar mi cena con Nacho porque te cae mal! ¡TE ODIO! —gritó Ginebra antes de echarme del cuarto que ambos compartimos con un gran portazo.

Desgraciadamente, recuerdo todas sus palabras, cada una peor que la anterior, recordándome que Ginebra elegirá a su tóxico novio por encima de mí. Siempre. Y me siento impotente por no poder hacer nada, porque no me crea y porque piense que solo quiero mentirle para distanciarla de alguien que, sinceramente, merecería todas las mentiras que nunca he soltado con el único propósito de que mi hermana se alejara de él.

Pero todo al fin y al cabo es inútil, me recuerdo mientras llego a la plaza de Corazones, sustituyendo la preocupación que lleva el nombre de mi hermana por aquella que lleva el nombre de mi cita de hoy: Blas.

Su nombre ha atormentado mi sueño tanto como Ginebra, solo apaciguado por la respuesta de mi madre cuando anoche, desesperado a tan pocas horas de mirarlo frente a frente, la intercepté en la cocina y le pregunté qué le parecía que yo tuviera citas.

Lo que tú quieras, cielo. Eres lo bastante mayor para decidir sobre eso tú solo —me dijo, atusándome el pelo con las manos—. Con tu edad, tu padre ya tenía una larga lista de conquistas a su espalda.

Y aunque el dato sobre mi padre no me ayudó, que mi madre confiara en que tuviera buen juicio me recordó que mi moral me obliga a cumplir mis promesas y que hice lo correcto al meterme en esto por ayudar a Zeph, que hice bien en reafirmar que lo ayudaría esta mañana.

Y respecto a eso… supongo que últimamente no estoy siendo muy sutil con los sentimientos adversos que me causa esta… experiencia, porque esta mañana Zephir me acorraló en el recreo para disculparse tras haberme visto el día anterior huyendo de Héctor a la salida.

Art, en serio no sabía que te iba a molestar tanto. Entendería que no quisieras seguir, no quiero que lo hagas obligado —me dijo, apoyado en la pared del pasillo a mi lado, con sus tiernos ojos azules centelleando de la preocupación.

Quizás fue por su mirada, la cual siempre me ha parecido la mar de intensa, pero me sentí culpable. ¡No soy ni capaz de ayudar a un amigo! ¡Un amigo que nunca antes me pidiera algo semejante!

Por ello me apronté a responder que no era eso, simplemente estaba nervioso por la cita del día siguiente. Deshaciéndome en comentarios ante su semblante extrañado sobre que iría a la cita sonriente y que me sacaría muchas fotos para que las viera Dana, me alejé a grandes zancadas de allí y me dediqué a huir de él durante el resto del día.

Huir… Al igual que llevo huyendo de los mensajes de Héctor toda la tarde hasta el momento, deteniéndome únicamente para contestar un seco ok a que iría a la cafetería a reunirme con ellos esa misma tarde. Sí, la misma cafetería donde acepté ante Zephir y Dana todo esto. Al parecer estoy destinado a entrar siempre a este sitio con las rodillas temblando, como en este momento.

Una vez la campanita deja de sonar a mis espaldas, busco con la mirada entre todos los adolescentes y familias allí reunidas hasta encontrar, en la MISMA mesa que la otra vez, el rostro de Héctor hablando con un chico de su edad de cabello rubio: Blas. Exactamente igual que la foto que recibí, a excepción de un nuevo piercing en la nariz y una rastro de barba en la barbilla, habla tranquilamente con el amigo de Zephir en una postura relajada e, incluso, chulesca, sentado casi de lado con un brazo apoyado en el respaldo tras Héctor y el otro doblado sobre la mesa, luciendo una sonrisa que denota una gran orgullo propio.

Sentimientos sempiternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora