XLV
Es el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad y, a juzgar por el estado de alegría general que reina en la cafetería, diría que todos somos terriblemente conscientes. Boletines de notas a punto de entregarse, suspensos, aprobados... Tiempo libre, dulces de invierno...
Sonrisas nerviosas y gritos exorbitados recorren las mesas una y otra vez en el tiempo de espera para la siguiente clase. En dos horas habremos salido de aquí. Vacaciones.
—Solo dos horas —repite Rebeca en voz alta, sorbiendo con cuidado su café caliente—, antes de salir de aquí.
—Salir de aquí, deprimirse por los mil y un trabajos que nos han puesto para vacaciones y volver para seguir sufriendo el bachillerato —masculla Victoria, con la cabeza apoyada sobre sus brazos, cruzados sobre la mesa—. No sé cómo pretendo llegar a Segundo de Bachillerato con vida.
—Ya —concuerda Beca, haciendo una mueca con sus labios—. Y luego está la media. No creo que consiga la que necesito como esto siga siendo así.
—No empieces —irrumpe Andrés, moviendo entre sus dedos una lápiz con parsimonia. No nos mira a ninguno mientras habla, con la vista clavada en los grabados de la mesa que repasa de vez en cuando con la mina del lápiz—. Te esfuerzas más que el resto de nosotros, quizás quitando a Irina, juntos. Incluso el puto genio de Zephir hace menos que tú.
—No sé si sentirme alagado o no —comenta Zeph, alzando una ceja. Niega con la cabeza y sitúa una mano en el hombro de Rebeca en señal de apoyo—. Tú no te preocupes más de la cuenta. Andrés tiene razón; ya te esfuerzas mucho. Más no puede ser sano. Y nosotros confiamos en que consigas entrar en Medicina. Y bueno, si al final eso no puede pasar, pues siempre hay alguna otra alternativa.
—Yo tengo una prima lejana que está haciendo Farmacia —comenta Victoria, sin alzar aún la cabeza—. Es muy simpática, deberías conocerla. Y bueno, también quería estudiar Medicina. Pero al final no pudo y tuvo que coger otra carrera. Triste, ¿no? —Hace una pausa y mueve sus ojos sobre nosotros, mirando la mueca disgustada en los labios de Zephir—. Vale, la estoy cagando. El caso es que ella es feliz.
—Tú puedes, Beca —interrumpe Irina, dándole un pequeño puntapié a Victoria por debajo de la mesa. Alza la vista de su cuaderno abierto y mira directamente a Rebeca—. Ya te lo he dicho.Ya te lo hemos dicho. Y tu abuela también. Encontrarás la manera. Y si no, como dice Zeph, encontrarás alternativas.
—Como Farmacia —aporta Victoria, acomodando la cabeza bajo sus brazos.
—Como Farmacia —suspira Irina, mirando de reojo a nuestra amiga. Luego me observa a mí, sentado a su otro lado, y alza una ceja—. ¿Verdad, Art?
—Verdad —concuerdo, observando en ese momento sobre su hombro como Ginebra entra en la cafetería. Afortunadamente, sin Nacho a la vista.
—Te veo un poco decaído —comenta Rebeca, retornando mi atención de nuevo sobre ella. La mirada de Zephir, a su lado, también parece preocupada.
—Solo estoy nervioso —replico, enfundando las manos en mis bolsillos y apartando la mirada de Zeph para solo centrarla en la de Rebeca—. Hoy es el concierto de Sarabia.
—¡Woah! ¡Es verdad! —exclama, dando una palmada. Victoria se alarma y alza la cabeza para observar con el ceño fruncido el repentino entusiasmo de nuestra amiga—. Quiero fotos de todo, ¿eh? Y muchos vídeos.
—¿Te continúa el crush con el cantante? —inquiere Irina, esta vez sin levantar la vista del cuaderno donde bosqueja los deberes de Historia del Arte.
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Sentimientos sempiternos
Teen FictionZephir es un chico al que le encantan las novelas románticas juveniles. Pero eso no significa que, en la vida real, esté dispuesto a formar parte de un triángulo amoroso donde: 1. No lleva las de ser la esquina beneficiada. 2. La c...