XLVII
¿Se puede ser más cursi?
—No ha sido cursi —contrataca de nuevo Zephir, pausando el episodio por tercera vez y rebobinando al epicentro del beso de los protagonistas justo en el momento en que estalla la bomba.
—Una jodida explosión, Zeph. —Me incorporo un poco sobre el sofá, bufando, y dejo el bol de palomitas sobre la mesilla de café—. Una. Jodida. Explosión. En medio del beso. Perdona, sé que a ti te ha flipado, pero me parece un poco el típico cliché de final de temporada.
—¿Qué tiene de malo lo cliché? —inquiere él, alzando la ceja. Vuelve a darle al play y el sonido de la bomba al explotar resuena una vez más en mis oídos. Segundos después comienzan a salir los créditos.
—Nada. Pero...
—Ya, bueno. Nosotros nos besamos en una casa del árbol. Y en una azotea. No tenemos mucho que criticar, ¿no crees?
Mi mano se paraliza alrededor del vaso de agua, a medio camino de que el fino cristal toque mis labios. Mi corazón se para también, dando un pequeño vuelco antes de comenzar a resonar en mis oídos en su ronco funcionamiento.
Vale.
Zeph. Acaba. De. Sacar. El. Beso. A. Colación.
Eso, definitivamente, no me lo esperaba.
Poco a poco mi brazo vuelve a moverse y el agua entra en contacto con mi paladar. Echádome para atrás en el sofá, miro los créditos mientras doy el trago de agua más largo de la historia. Desgraciadamente, mi cabeza no es capaz de pensar en nada lógico y coherente que responder. Si ahora mismo la telepatía se inventase, se podría observar que mi mente ha decidido registrar una sola palabra que comienza por b y acaba por eso.
—¿Dana?
—¿Sí? —respondo, retirando el vaso de mi boca sin que llegue a abandonar mis manos. Quién sabe cuándo necesitaré otro rato para pensar. Giro un poco mi cabeza y miro a Zephir, alzando una ceja. Mi corazón bombea con fuerza al ver su expresión. No sé exactamente si decir que está nervioso o divertido, porque ahora mismo parece estar tan al borde del colapso como yo y al mismo tiempo riéndose de mi reacción. Debería decirle que eso sería muy hipócrita por su parte.
—Creo que deberíamos hablar... —comienza, apoyando sus codos sobre sus rodillas. Trago saliva con fuerza—. Bueno, ya sabes de qué. Sé que seguramente tú ya lo consideras zanjado, pero yo...
Las palabras de Zephir mueren en su boca cuando un fuerte golpe en la puerta resuena por todo el apartamento. Mi corazón se acelera, esta vez por el sobresalto.
Dejo el vaso en la mesita de café con cuidado y retiro la manta de mis piernas, levantándome, cuando resuena un segundo golpe, uno mucho más fuerte. Zephir, en el otro lado del sofá de tres plazas, hace lo mismo. Frunzo el ceño y lo miro.
—¿Tus hermanos y tu madre no iban a volver por la noche?
—Eso dijeron.
Una vez más un fuerte golpe en la puerta opaca sus palabras. Zeph da unos pasos y sale del salón, internándose en el pasillo. Sobre su hombro, hace una pequeña seña en mi dirección para que agarre uno de los grandes tomos de las enciclopedia del mueble. Cojo el grueso libro cuando los golpes retornan. Pum, pum, pum.
Zephir agarra uno de los paraguas del paragüero y se asoma a la mirilla mientras los golpes al otro lado continúan cada vez con menos fuerza. Sus hombros no tardan en caer y el paraguas no tarda en volver a su sitio ante lo que debe de ver en el exterior. Bajo el tomo de la enciclopedia al mismo tiempo que él mira sobre su hombro y mueve los labios. Arturo, gesticula.
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Sentimientos sempiternos
Teen FictionZephir es un chico al que le encantan las novelas románticas juveniles. Pero eso no significa que, en la vida real, esté dispuesto a formar parte de un triángulo amoroso donde: 1. No lleva las de ser la esquina beneficiada. 2. La c...