Z e p h i r | XX

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ANTES DE LEER: Aclaración cronológica

Este capítulo comienza situado en MIÉRCOLES (como se indica abajo), el día anterior al cumpleaños de Raúl y por tanto es un día anterior al FINAL del capítulo anterior.

Corresponde, cronológicamente, a apenas una hora y algo después de encontrarse a Dana cuando está salía a correr, es decir, el final del capítulo XVIII.

Ahora sí, espero que disfrutéis la lectura ❤️.

XX

El miércoles por la tarde salgo de casa de mi tío con el peso del temario de artes en la mochila, dirección a la Plaza de Picas para entregárselo a Irina de una vez antes de que empiece su clase de ballet de las siete.

Durante todo el camino, el recuerdo de mi despedida con Dana cuando la encontré saliendo de su casa vuelve para atormentarme dulcemente ahora que estoy solo y no hay nada que pueda distraerme para reprocharme mi nerviosismo. Por favor, ¿dónde diablos dejé mi confianza?

Nunca he sido una persona tímida, pero delante de Dana me vuelvo a convertir en el solitario chico de ocho años nuevo en su colegio que llegó sin tener ni idea del idioma del país.

Sería un verdadero milagro si Dana no se dio cuenta del temblor de mis pies cuando la besé en la mejilla. Sí, porque esa seguridad que mostré al pasar mi brazo por sus hombros por segunda vez en un solo día decidió esfumarse, dejándome en una verdadera encrucijada de indecisión: ¿Cómo me despido? ¿Un abrazo? ¿Un gesto de la cabeza?

Al final mi corazón decidió por mí, llevándome a inclinarme hacia ella para besar su mejilla. De solo recordarlo, un deseo fugaz sube por mi columna rememorando lo cerca que estuvieron sus labios de los míos. Tan cerca y a la vez tan lejos, tan jodidamente lejos...

Vacío mi cabeza de los bochornosos recuerdos cuando pongo un pie en la Plaza de Picas, para concentrarme en encontrar la melena pelirroja de mi amiga entre los viandantes aquí reunidos. Cuando al cabo de un rato por fin la localizo, mi ceño se arruga por la confusión al ver las medias bajo su abrigo, la mochila deportiva colgada de su hombro y a su amiga Cristina sentada a su lado jugueteando con su móvil.

—¿La clase no empezaba a las siete? —pregunto una vez estoy lo suficientemente cerca para que me oigan. Saco el móvil para comprobar la hora, y mi frente se vuelve a arrugar. Son apenas las seis y media, y si no me equivoco, la academia está aquí al lado.

—Se supone. Pero la muy zorra de la profesora quiere que hoy estemos a menos veinte. Y seguramente nos pide que salgamos media hora después —me contesta Cristina sin levantar la mirada de la pantalla de su móvil, apartando de manera distraída un mechón de su eléctrico pelo azul de la cara.

—Cris... —la recrimina Irina, pero con una sonrisa en los labios que me muestra que ella también opina así de su profesora. Luego sus ojos se posan de nuevo en mí, brillando con ansiosa anticipación. Mueve sus labios con nerviosismo hasta que encuentra su voz—. ¿Tienes...?

—Por supuesto. —Sonrío, descolgando la mochila de mi hombro para pasarle los extensos tomos del temario de artes de la mitad del curso—. La otra mitad te la doy más adelante, pero fijo que la consigo —le prometo mientras ella agarra los libros y fotocopias entre sus brazos y los mira casi con adoración. Divertido y enternecido, miro a Cristina al otro lado de la pelirroja, que sonríe al ver la felicidad de su amiga—. Cris, ¿tú no vas a Asonedas? ¿No tienes el temario?

Sentimientos sempiternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora