XXX
Han pasado casi doce horas desde lo ocurrido ayer con Dana y, ¡oh la enorme sorpresa!, sigo sin asimilarlo. Todo fue tan… surreal. ¡Por favor, si casi rompo a llorar en su hombro!
Pero, pese a todo, fue… Bueno, siento que fue precioso, aunque me parece egoísta e hipócrita por mi parte el simplemente pensarlo, teniendo en cuenta todo lo malo que tuvo que ocurrir para que la escena tuviera lugar. Aunque…
“No tienes que agradecerme nada. Son las cosas que se hacen por los amigos, ¿no?”
Sí, bueno, sus palabras no han sido precisamente la declaración de amor que yo sueño con escuchar algún día. De hecho, remarca el temible hecho de su visión hacia mí como nada más que un amigo. Pero… En fin, ya estoy tan acostumbrado a tener esperanza que ya no hace falta que intente convencerme a mí mismo de que es lo único que nunca se debe perder. El restante miedo que tengo es que la señal de abandonar nunca llegue y yo caiga desde lo alto del monte de la ilusión, sin ningún paracaídas más que mi corazón roto, sin aviso y de repente.
Y, siendo sinceros, que sea un mensaje suyo lo primero que veo nada más abrir los ojos la mañana del sábado, no me ayuda en nada a mantener a raya mis sentimientos.
DANA: Zeph, hoy a las tres es la apertura del museo. Es decir, esa que necesito para el trabajo de Historia Contemporánea. ¿Me querrías acompañar?
Me quedo mirando el mensaje durante lo que deben de ser minutos enteros, sentado en la cama con las sábanas resbaladas por mi pecho desnudo hasta enredarse en mi cintura, cubriendo mis piernas enfundadas en el pantalón de pijama. Analizo cada parte del mensaje, tanto las palabras como la hora a la que lo mandó: hace sesenta minutos. Tal hecho solo evidencia lo nerviosa que debe de estar, como ya lo vaticinaba ella misma ayer en matemáticas. Es decir, son apenas las nueve menos diez de la mañana, y aunque Dana no es alguien que duerma hasta las tantas, ni siquiera los sábados que va a correr se levanta tan temprano.
Corro a escribirle un pequeño mensaje, enredándome con los dedos mientras me levanto e intento calzar mis pies dentro de las zapatillas, buscando a tientas en la penumbra del cuarto la camiseta negra que dejé tirada ayer por alguna parte del escritorio.
YO: Sure. ¿Dónde nos vemos?
No tarda ni un minuto en responder, como si llevara una hora atenta a mi contestación.
DANA: GENIAL. Muchas gracias, en serio. ¿Qué te parece en la Plaza de Diamantes? El nuevo museo está a la vuelta de la esquina.
YO: Allí estaré. Y tranquila, te saldrá bien. Tú siempre puedes con todo, ¿recuerdas?
DANA: Ush, no sé si tanto. En serio, mi seguridad se ha esfumado. Siento como si tuviera a un elefante practicando para la maratón en el estómago.
Una sonrisa tierna se forma en mis labios. Encuentro, entonces, la camiseta. Me la enfundo por la cabeza con premura, corriendo a coger de nuevo el teléfono una vez estoy vestido, dirigiéndome a la salida de mi cuarto.
YO: Lo digo en serio, te saldrá bien.
DANA: Ya… Cambiando de tema. ¿Estás mejor?
Tardo más de un minuto en responder, ocupado en cerrar la puerta a mis espaldas y pensando qué contestación quiero darle. Al final, decido ser sincero e ir al grano.
YO: Sí, en gran parte gracias a ti. Bueno, por no decir todo jajaja.
DANA: Boh.
YO: De nuevo, lo digo completamente en serio. Ya estoy más tranquilo. Cuando te fuiste hablé con mis hermanos y vi que ellos estaban bien. Tienes razón; no sirve de nada torturarme por lo que puede pasar. Ahora me toca prevenirlos y ayudarles, pero no transmitirles la… ansiedad que me causa todo eso. Really, thanks u so much.
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Sentimientos sempiternos
Teen FictionZephir es un chico al que le encantan las novelas románticas juveniles. Pero eso no significa que, en la vida real, esté dispuesto a formar parte de un triángulo amoroso donde: 1. No lleva las de ser la esquina beneficiada. 2. La c...