XVI
La profesora de inglés no llega, y yo ya debo de llevar cinco bostezos en el periodo comprendido desde el timbre. Suelto un suspiro y aparto mis cosas del centro de la mesa para apoyar mis brazos y, porsteriormente, mi cabeza sobre ellos. Al hacerlo, mis ojos quedan mirando la mesa de mi derecha, donde mi pelirroja amiga me mira preocupada, con sus libros y utensilios de escritura perfecta y rigurosamente ordenados en su mesa.
—Parece que has tenido una noche movida —me dice cuando pilla mis ojos puestos en ella. Yo alzo una ceja en su dirección y suspiro. Cuando capta el mensaje, se pone muy roja hasta la raíz del cabello—. Por favor, no lo malpienses. Lo decía por tus ojeras —añade, bajando la vista con vergüenza, al igual que el volumen de su voz.
—Tranquila. Llevo todo el finde intentando adelantar el trabajo de Historia Contemporánea. Me desvelé más de la cuenta —explico, cerrando los ojos en medio de otro bostezo, recordando los días anteriores. Aunque ayer continué el trabajo en casa, el viernes y el sábado los pasé en la biblioteca. Ambos días fui con la ilusión de VERLO, pero ni rastro del chico moreno ninguno de los dos días.
Con su imagen aún tras los párpados, abro los ojos y me debato si decirle a Irina o no del chico del archivo. Sé que sería discreta. Dudo un poco más, pero al final decido que da igual cuando mi entusiasta profesora de inglés, Emma, entra por la puerta bamboleando sus caderas.
Tras su llegada, la clase transcurre entre bostezos y presentaciones en inglés de cada uno de nosotros. Cuando yo acabo con la mía me siento a contemplar el resto, incluida la excelente exposición de Irina. La pelirroja debe de haberse olvidado de su vergüenza de minutos atrás, y expone con seriedad y profesionalidad. Lo único que me extraña es el titubeo que sufre su voz al final de su presentación, cuando la parte en la que dice a lo que se quiere dedicar en el futuro y lo que piensa estudiar en la Universidad le atora la garganta. Derecho, como su padre y su madre.
Cuando se sienta, evita mirar al resto para observar con renovado entusiasmo un bolígrafo verde con renovado entusiasmo.
El resto de las clases hasta el descanso transcurren con la habitual monotonía adquirida tras la primera semana. Entre bostezo y bostezo, intento no quedarme dormido mientras los profesores llenan la pizarra. Cuando el tiempo del recreo llega, voy al baño para echarme agua en la cara y despejarme. Con las gotas corriendo por mi piel, clavo la mirada en la superficie del espejo. Hago una mueca incómoda en el momento en que una cara con grandes bolsas bajo los ojos me devuelve la mirada.
Suspiro y cierro los ojos intentando desvanecer mi propia imagen de mi mente, volviendo a echarme agua, quizás con la intención de borrar los signos de la preocupación que no me han dejado dormir por las noches: mi madre, mi hermana, Nacho, el chico del archivo... Juntos han creado un bonito conjunto capaz de tenerme pensando hasta altas horas de la noche.
Suelto otro suspiro y salgo del baño tras secarme la cara, dirigiéndome a las escaleras para ir al pasillo de mi hermana y así poder pedirle dinero para comer algo que me active. Preferiblemente con azúcar, mucho azúcar.
Acabo de subir el último escalón cuando distingo, entre la pequeña marea de estudiantes de último curso agrupados en el pasillo, cierto cabello castaño. Durante varios segundos estoy tentado de dar la vuelta y marcharme olvidando la motivación que me ha llevado aquí arriba, dejando vencer a mis pocas ganas de afrontar al dueño del peinado que distingo cerca de uno de los radiadores con sus compañeros. Pero luego me recuerdo que necesito comer y que mi hermana debe de estar en su aula esperando a la siguiente clase. Solo espero que Nacho se encuentre lejos, muy lejos. Tan lejos que nunca más tenga que preocuparme también por él.
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Sentimientos sempiternos
Teen FictionZephir es un chico al que le encantan las novelas románticas juveniles. Pero eso no significa que, en la vida real, esté dispuesto a formar parte de un triángulo amoroso donde: 1. No lleva las de ser la esquina beneficiada. 2. La c...