LA OTRA MUJER

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—Muy bien entonces pongamos manos a la obra, te daré ropa como la mía

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—Muy bien entonces pongamos manos a la obra, te daré ropa como la mía... a simple vista parece cuero café; ropa usada por todos los piratas pero no lo es, es una armadura camuflada, este tipo de piel está hecha a base de piel de cocodrilo la más fuerte y resistente; si alguien intenta cortarte el brazo o una pierna simplemente no te harán daño –Dijo aventándome la ropa para que me la pusiera –También te cortaremos el cabello... es muy largo alguien podría jalarte y así perderías alguna batalla.

Entonces me sentó en una silla y con su espada me cortó el cabello hasta los hombros dejándolo perfecto; como ella también tenía la maldición también era pelirroja y casi podía jurar que era mi hermana mayor.

—La gente pensará que eres mi hermana menor –Justo lo que pensé yo, después empecé a ponerme la ropa que ella me había dado, era ropa con un toque masculino, un pantalón de cuero ajustado pero extrañamente cómodo, unas botas cafés que me llegaban hasta las rodillas y una camisa de mangas largas hecha de la misma piel de cocodrilo con un corsé de piel negro y para darle un toque pirata; una gabardina negra y un sombrero negro con una pluma del mismo color -¡Mírate! Eres completamente hermosa y peligrosa...

—Dos palabras que justo ahora no tienen nada que ver conmigo.

—Helena, ¿crees que la maldición es solo para que nuestra sangre convierta cosas en oro? Nuestra maldición también nos da poderes especiales, me tomó años entender por qué mis ojos se volvían dorados por un lapsus de tiempo, pero hace cuatro años descubrí que se ponían de ese color cada vez que me planteaba una estrategia.

A la mañana siguiente navegamos hasta el archipiélago Lipari un lugar muy escondido, donde había piratas ebrios, esclavos, licor, comida, prostitutas, grandes comercios y sobre todo espadas filosas por todas partes, el lugar me empezaba a poner nerviosa.

— ¿No crees que esta ropa es muy llamativa? –La ropa que me dio Alvida enseñaba más de lo normal, era ropa masculina pero con cierto retoque femenino.

—Sí, pero al mismo tiempo te hace ver temible; no cualquier persona se te acercará. Solo camina segura de ti misma e intenta mantener una actitud malvada... créeme funciona, solo actúa como yo. —tratar de actuar como ella sería un gran reto, aun no me hacía a la idea de que ella era una princesa.

— ¿Cómo podría una mujer ser intrépida, actuar rudo y con valentía? Y por otro lado ¿ser dulce, tierna, pasible y mantenerse bella...?

—Tienes que ser como un camaleón, adapta tu color a cualquier textura... ¡tienes el don de ser bella Helena aprovéchalo!

No entendí a lo que se refería con que aprovechara mi belleza, pero después me aclaro.

—Te mostrare como se hace, ¿vez a ese hombre de aquella mesa? –entonces me giró y me mostró a un hombre obeso que nos miraba lujuriosamente a ambas. –Tal vez no te percataste pero nos ha estado mirando desde que llegamos, lleva consigo cuatro costales de oro...lo sé porque acaba de tirar una moneda de uno de los costales. El plan es que ese oro sea nuestro y que él no nos siga; ¿Dime como conseguirías quitárselo?

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