CONFESIÓNES

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—Ustedes se traen algo

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—Ustedes se traen algo... debiste ver cómo te miraba Bastet. —Suelta Atenea convencida lanzándole una mirada de odio y ambas se detienen.

— ¿Qué? ¿Anubis y yo? Pero si solo somos compañeros finales de sangre, y Bastet... bueno ella al parecer odia a todos, sin embargo casi no se separa de él, tal vez si le gusta, solo te pido que no te metas en problemas con ella, intenta sobrellevarla; sé que no es una persona fácil, pero tenemos mucho tiempo para ayudarnos.

—Podrás engañar a Artemisa, pero no a mí; yo sé a qué vine y no me alejaran de mi propósito, así que no intentes regañarme como una niña, porque ambas sabemos que no lo soy. —Atenea me mira y se adelanta mirándome enojada.

—No lo tomes personal, sabes que ella está dañada, si estuviera en sus cabales yo mismo la golpearía, aunque tal vez me ganaría de nuevo. —Me dice Ares quitándome la mochila de piedras que llevo para ayudarme y levantarme el ánimo.

—Lo sé, creo que empiezo a acostumbrarme un poco a ella, no esperaba que cooperara tan fácil cuando se lo pidiera.

—No sé cómo es que quieren que construyamos un liceo en una noche, es una locura, ni siquiera los mismos humanos hubieran podido con ello. —Mientras Ares me explica sus puntos de vista lo observo y puedo notar que físicamente es muy parecido a Zeus, y me sorprende que por primera vez él no deje de hablar. — ¿Por qué me miras así?

—Perdón no quería incomodarte, es que eres muy parecido a Zeus...—Ares deja de escucharme y pone su atención en una cobra que esta enredada en una rama.

—Pero que criatura tan extraña y curiosa...

—Ares aléjate de ella, es peligroso— pero él me ignora, comienzo a ponerme nerviosa y tomo mi espada con destreza al mismo tiempo que la serpiente se coloca en posición de ataque y me doy cuenta que es demasiado tarde para que Ares se aparte. — ¡Ares no! —La cobra se alza y al mismo tiempo le corto la cabeza en el aire; justo delante de la cara de Ares quien se queda sin palabras inmóvil.

— ¿Pero qué?...—Cuando al fin logra reaccionar se gira y me mira examinando mis ojos dorados a causa de la adrenalina.

— ¡Maldita sea Ares! ¡Obedece cuando te diga que algo es peligroso, en este momento eres mortal; no el dios de la guerra, pudiste haber muerto! ¡Y ahora ve con los demás y mantente donde pueda verte!—Avergonzado recoge la última maleta de piedras y continua el camino de regreso.

— ¿Todo bien?—Pregunta la delicada voz de Freya quien al mismo tiempo coloca una flor de buganvilia en mi cabello haciendo que con ese pequeño gesto no pueda reaccionar enojada a su pregunta. —Lindos ojos...

—Sí, es solo que casi muere Ares por querer acariciar una cobra. — Ella me mira mientras le respondo como si mis palabras fueran especiales para ella, entonces mis ojos regresan a su color café oscuro.

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