LA CAÍDA DEL SOL

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Cuando Apolo desaparece, una mujer anciana se dirige hacia mí, es algo gracioso ya que la mayoría de las mujeres que están en el templo son ancianas y no veo a ninguna ninfa joven, ella solo parece una humana común y corriente

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Cuando Apolo desaparece, una mujer anciana se dirige hacia mí, es algo gracioso ya que la mayoría de las mujeres que están en el templo son ancianas y no veo a ninguna ninfa joven, ella solo parece una humana común y corriente.

—Mi señora Helena, por favor sígame, la llevare a su habitación. —Me regala una sonrisa y camina a paso seguro, y mientras me guía me doy cuenta de que Apolo tiene una gran variedad de cuadros por los alrededores. —Al señor Apolo le apasiona pintar en sus tiempos libres, su templo ha crecido por el paso de los eones, ya que cada vez pinta más cuadros y es imposible que todos quepan en su palacio.

— ¿Entonces por eso es tan grande su templo?— pregunto impresionada, mientras ella me mira notablemente divertida a mi reacción.

—Le encanta tocar la lira y el arpa.... Pero últimamente su favorita es la flauta.—Me sonríe y llegamos al final de un largo pasillo, ella me indica con la mano la dirección de una puerta circular, y cuando estoy a punto de abrirla y me dispongo a agradecerle ella ya no está.

—Supongo que ya empiezo a acostumbrarme a esto. —Digo al pasillo vacío, y abro la puerta entusiasmada para ver la habitación.

En cuanto abro la extraña puerta circular, un aroma fresco me relaja y por alguna razón me hace sentir en casa, la alcoba está hecha de adobe lo que hace que parezca una cueva blanca; aun así todo en ella luce extraordinariamente lujoso, el piso como el de todo el templo es de cuarzo blanco, y todos los muebles están tallados en roble blanco con bordes de oro puro; cansada busco un baño donde pueda refrescarme y descansar al fin, lo cual es demasiado extraño ya que aquí parece que siempre es de día, y justo en el techo hay un gran tragaluz por donde ilumina toda la pieza.

Cuando al fin encuentro el cuarto de baño, veo que no hay ninguna llave que pueda abrir para llenar la tina, y me resulta más extraño aun. Triste y solo con una toalla que rodea parte mi cuerpo me meto a la tina vacía para sentarme y por lo menos pensar en otra cosa, pero cuando me dejo caer la tina está completamente llena de agua caliente con hojas rosas de laurel.

— ¡Gracias Apolo! —Grito emocionada al sentir el calor del agua y me dejo relajar tanto que me quedo perdida en mi sueño.

Al sentir que el agua se congela abro los ojos y salgo lo más rápido que puedo, tomo la toalla y camino a buscar mi ropa; esto no debería pasar ya que estamos en el templo de Apolo y aquí reina el dios del sol, por alguna razón mi cuerpo tiembla y al mirar la cama de la alcoba veo un típico vestido griego blanco con una corona de laureles de oro, me visto y sin dejar de temblar me salgo de la habitación y el templo de Apolo está vacío, no hay una sola alma, ni un solo sirviente, y por el gran arco de la puerta de entrada ya no entra luz de sol, solo ilumina la tarde gris.

Durante varios minutos intento buscar la habitación de meditación de Apolo, y justo cuando la encuentro dudo en entrar, pero algo me dice que algo anda muy mal. Tomo el pomo de la puerta con miedo y es una habitación dorada sin ventanas, lo único que hay es un trono y Apolo se encuentra sentado sin moverse, permanece ahí con los ojos abiertos y totalmente blancos, es como si estuviera en un total trance; totalmente serio, ni un parpadeo; la situación es tan extraña que mejor decido salir e ir al templo de Zeus, pero cuando le doy un último vistazo a Apolo y me doy media vuelta para irme ya lo tengo frente a mí y me da un susto de muerte.

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