HEFESTO

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—No tengas miedo, tú vienes conmigo así que no te atacaran, si hubieras venido sola en estos momentos ya serías su cena

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—No tengas miedo, tú vienes conmigo así que no te atacaran, si hubieras venido sola en estos momentos ya serías su cena. — y continuo caminando serio y atento.

—Eso no me ayuda mucho a tranquilizarme papá, tengo una duda...—dije mientras él seguía tirando de mi mano para avanzar.

— ¿si?

— ¿Los ciclopes tienen manadas o algo así? O ¿tienen algún estilo de vida?— entonces Zeus se detuvo de golpe y choque con su espalda.

— ¿Por qué no les preguntas directamente linda? — y al alzar la mirada me di cuenta de que estábamos rodeados por varios de ellos, eran tan grandes que no dude que ellos si pudieran ver por encima de las montañas que estaban a nuestro alrededor.

El jefe de los ciclopes que estaba justo en frente de Zeus empezó a caminar hacia él, cada paso que daba retumbaba el suelo y brincaban pequeñas piedras, una vez frente a nosotros se agachó para estar a nuestra estatura, yo hubiera corrido aterrada; pero Zeus se mantuvo firme y no me soltó la mano en ningún momento.

— ¡Vaya vaya! ¡Puedo Oler el Oro que traes Zeus! ¿Me pregunto qué es lo que quieres esta vez? — El ciclope sonreía orgulloso por su actitud mientras que yo me tapaba la nariz por su asqueroso aliento.

—Sabes exactamente a lo que vengo Akmir, y no es precisamente a pasar el tiempo contigo, toma tus monedas y quítate de mi camino, que es un asunto delicado. —El Ciclope llamado Akmir se sintió indignado al ver como Zeus le arrojó el costal con monedas de oro a sus pies y enojado se puso de pie.

— ¡Si a mí me apetece no permito tu entrada a este sitio! ¡Así que trátanos con respeto! ¡No estás en tu territorio Zeus! —Este al ver la contestación del Ciclope alzó la voz.

— ¡Yo no te debo ninguna clase de respeto Akmir! ¡Y si no te quitas de mi camino lo lamentaras!

Cuando los brazos de Zeus comenzaban a emanar energía para atacarlo la voz de un hombre los detuvo.

— ¡Déjalos pasar Akmir! Está bien, yo me encargo. —Aquel hombre era tan alto como Ares, y no era exactamente feo, era sombrío; peculiar por así llamarlo y aun así parecía tener cierto encanto; bueno eso tal vez porque no lo conocía. Akmir abrió el paso obediente a las palabras de Hefesto y cuando avanzamos todos los ciclopes que estaban detrás de mí se lanzaban por las monedas de Oro que Zeus tiró, trago saliva y siento nerviosismo al imaginar que supieran lo que hace mi sangre, si yo fuera la que estuviera en lugar de esas monedas.

Hefesto mira a Zeus desde cierta lejanía y sin esperarlo le da la espalda y continúa caminando hasta perderse en una cueva.

Cuando llegamos a la enorme cueva mi nariz se inunda al instante con el olor a hierro, Hefesto toma sus materiales para forjar una espada y sin prestarnos atención continua haciendo sus deberes, era como si no le importáramos en lo más mínimo.

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