EL MORTAL Y LA DIOSA

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—Bueno

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—Bueno... ¿A dónde me llevarás? — me pregunta Atenea mientras tomo mi bolsa y me acomodo mi chaqueta, esta vez no usamos el uniforme ya que para lo que tengo planeado no se necesita.

—Es una sorpresa, con todos los dioses ha funcionado así... ahora, tenemos que irnos... entra al ventanal Atenea. —ella suspira y sube las mangas de su chamarra de mezclilla.

Cuando cruzamos del otro lado estamos ambas en una calle un poco descuidada, algunas montañas están alrededor y una casa entre tantas está frente a nosotras.

— ¿Dónde estamos?—pregunta un poco disgustada y sonrío, ella está llena de orgullo.

—Bienvenida a México, ven te presentaré a nuestro contacto aquí. —ella duda un momento y mira como me acerco a la puerta de la casa para tocarla, un minuto después una enfermera abre la puerta. —Buenos días, somos el contacto de Zadquiel...—ella nos sonríe al instante y nos da el paso.

—Las estábamos esperando, ellos están ansiosos, la han esperado desde que se enteraron. — Me dice feliz y la seguimos por la casa que parece un laberinto, hay una gran zona de comedores y varios ancianitos desayunando con ayuda de otras cuidadoras. —Iré a decirles que están aquí... por favor, explíquele a ella de que va todo esto. —ella me señala a Atenea y ella gruñe.

—oh, ¿qué es lo que me pondrás a hacer? ¿Me arrepentiré?— me dice de nuevo disgustada.

—Ven, te explicaré. —La guio del brazo y la llevo a un pequeño jardín con techo de láminas, la luz del sol ilumina pero no quema, y en el patio hay más de veinte ancianos, algunos en silla de ruedas, otros con bastón y algunos otros están caminando.— Estamos en un Asilo, todos esos ancianitos que están ahí, están aquí abandonados, Atenea. Dime... para ti que eres la diosa de la sabiduría... ¿Qué tan importante es la enseñanza?—ella piensa por un momento sin quitar la vista de los ancianos.

—Para mí es lo más importante, mientras más aprendes más creces como dios o persona, el aprendizaje es universal, desde el momento en el que naces... aprendes. —responde y al final me mira.

— ¿y cómo te sentirías si te dijera que estas personas nacieron, crecieron, tuvieron hijos, les dieron lo mejor y fueron abandonados aquí después de todo su esfuerzo? Peor aún, ninguno de estos ancianos fue a la escuela nunca, ninguno de ellos sabe leer o escribir. La mayoría tiene enfermedades terminales y algunos meses y otras semanas de vida.

— ¿Por qué me estás contando todo esto?— me pregunta sería pero veo que lo que le cuento le llega al corazón.

—Te lo cuento, porque a pesar de que ellos ya casi no tienen más tiempo... cuando les dijeron que vendría una maestra para enseñarles cosas universales, todos aceptaron felices, ¿te das cuenta? No saben si vivirán para mañana, pero quieren aprender de ti como jamás lo hicieron. —ella suspira un poco afectada y mira a los ancianos.

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