ATENEA

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A la mañana siguiente el delicioso aroma a rosas ya no está, y me percato que del lado contrario de mi cama esta acostada Artemisa, pero esta vez, no me despierta con esa alegría que me motiva, solo está ahí; con los ojos completamente cerrados y ...

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A la mañana siguiente el delicioso aroma a rosas ya no está, y me percato que del lado contrario de mi cama esta acostada Artemisa, pero esta vez, no me despierta con esa alegría que me motiva, solo está ahí; con los ojos completamente cerrados y una ligera sonrisa. Verla ahí tendida hace que se me escapen varias lágrimas y al querer tocar una de sus mejillas se deshace toda su figura y miles de pétalos blancos vuelan a mi alrededor produciendo la característica risita de Artemisa, después vuelan dirección al ventanal y desaparecen igual que cuando Eros se fue.

Me levanto de la cama de un salto y enojada recojo mi larga cabellera que por primera vez me estorba por toda la rabia acumulada que siento contra mí.

El templo de Artemisa se mira demasiado apagado sin ella, me limpio las lágrimas del rostro y empiezo a buscar el maniquí que tiene el vestido que solo ella me deja a un lado, pero no lo encuentro por ningún lado de su templo, y cuando estoy a punto de volver a la alcoba logro ver un sobre en la cómoda con mi nombre sobre él, lo abro ansiosa y la letra de Artemisa me consuela.

Helena:

Tal vez te parece repentino mi tiempo de bajar con los mortales, pero yo pedí que Zeus lo apresurara al igual que Eros, ambos sabíamos que tú necesitarías más fuerzas para superar los retos que se te avecinan, así que Eros y yo decidimos obsequiarte nuestras últimas fuerzas como dioses para que las aproveches al máximo. Los collares que ambos te obsequiamos son los que poseen toda nuestra energía, así que nunca te separes de ellos.

Esta vez no hay un vestido para ti, porque Atenea se encargara de darte uno más adecuado, debes ir directo al templo de Zeus y ahí te reunirás con ella. Te extrañaré el tiempo que tardes en bajar de nuevo, esfuérzate al máximo.

Casi lo olvido hay un cobertizo de tras de mi templo, ahí tengo una sorpresa para ti; con mucho cariño...

Artemisa.

Pongo el sobre donde lo encontré y la curiosidad termina por ganarme, y sin importar que estoy descalza salgo corriendo directamente al cobertizo, las grandes puertas de madera me impiden ver el interior y como puedo las abro, la piel se me pone de gallina al ver lo que Artemisa preparo para mí, ya que de adentro del cobertizo sale un carruaje con bordes dorados arrastrado por seis Grifos, todos ellos salen enérgicos sacudiendo su gran plumaje y puliendo su pico contra sus mismas alas. Ella una vez más había cumplido su palabra, y yo que pensé que bromeaba sobre hacer mi propio carruaje de Grifos; y ahora ya están frente a mí.

Miro por última vez el templo de Atenea aun con la nostalgia de no verla, y subo al carruaje con las piernas temblando por la sensación de adrenalina al subir por primera vez a un carruaje de Grifos; el piso de oro me hace estremecer y al mismo tiempo me despierta, con calma me siento y sujeto la soga que dirige a los Grifos.

— ¡Vamos al templo de Zeus! —Grito con voz débil y ellos parecen entender casi al instante y con un solo impulso vuelan a gran velocidad y me sujeto de los bordes aterrada, incluso este carruaje es más rápido que el de Artemisa.

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