ESTACIÓN LARISSA

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— ¿A dónde los llevo?

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— ¿A dónde los llevo?

—Sería un gesto muy amable si usted pudiera llevarnos a la estación de tren Larissa.

— ¿A la estación abandonada?

—Si esa misma. —El hombre me mira por el espejo y asiente decidido, entonces le veo hacer varias maniobras y pone el auto en marcha, miro a Hefesto quien no sabe lo que ocurre y decido hablar con él para calmarlo.

—No fueron sus padres Hefesto. — El pobre quien estaba agarrado de donde se pudiera, clava su oscura mirada en mí.

— ¿De qué hablas?

—Tu dijiste, que los padres de Alvida mandaron a asesinar a tu cuerpo mortal cuando estabas en la tierra, y no; fueron los guardias del rey Alf, él quería que Alvida fuera su reina, y al ver que tú le estorbabas...

— ¡Ese maldito bastardo! —Entonces su cuerpo se relaja y olvida que por primera vez va en un auto. — ¿Dónde está ella? ¿Está bien?

—No debes preocuparte por Alvida, ella está en un lugar seguro del Olimpo, Zeus me prometió que estaría bien; por eso tengo su espada, ella me la regalo pensando que yo la necesitaría más —Sin darnos cuenta nos percatamos que el taxista a escuchado nuestra conversación con toda la atención del mundo.

— ¿Están practicando para una obra de teatro? —Nos pregunta divertido mirándonos por el espejo.

— ¡Si! Una obra sobre dioses Griegos.—le digo desviando la verdad.

—Ella interpreta a Helena de Troya y él a Hefesto. —Responde Pólux quien le sonríe divertido al taxista al ver nuestras caras de espanto.

— ¡Vaya! ¡Cuando esté lista sin duda llevaré a mi familia a verla!

— ¡Será muy divertida! Los dioses tendrán que aprender de nuevo de la humanidad, para así volver a recuperar su fe de nuevo.

— ¡Pólux Basta! Digo...

— ¿Usted interpretará a Pólux? —Le pregunta directamente el taxista.

—Sí, mi pobre hermana ha estudiado tanto la obra que piensa que en verdad lo soy. — Pólux me mira molesta y su sonrisa se borra, como un pequeño niño regañado.

Cuando la noche empieza a caer, mi estómago se retuerce, el cielo se torna en un azul rey que ilumina las calles del mismo color y por alguna razón hace que me sienta más presionada de lo normal.

—Los demás estarán bien —Susurra Hefesto y me guiña un ojo, de repente el taxista prende el radio sin darse cuenta que el volumen estaba al máximo y al reproducirse una canción Hefesto se espanta y tapa sus odios agachándose.

— ¿Podría bajar el volumen por favor? —Grito un tanto molesta y el hombre le baja hasta un volumen considerable

— ¡Es Evanescence! ¡Soy fan! —Nos explica mientras se rasca la cabeza apenado, el hombre parece un pequeño duende y es tan delgado que siento que podría romperse al golpearle la espalda.

ImmortaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora