Dos

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Cerré mis ojos unos segundos, no me moví en ningún momento de mi lugar, necesitaba pensar coherentemente. ¿Alguien me puede explicar cómo carajos llegué aquí?

Necesito algún tipo de guía, de inmediato pensé en el mandamás del lugar, el Hokage. Es buena idea, puedo preguntarle a él si sabe el porqué estoy aquí, tal vez él sí tenga alguna idea.

Nunca pensé que algún día tendría que preguntarle al personaje de un anime el camino a mi casa.

Al abrir nuevamente mis ojos, observé con más detenimiento aquellos rostros. Sólo se encuentran cuatro rostros tallados, y si la historia del anime está en lo correcto, ahora el Hokage debe ser Minato Namikaze o Hiruzen Sarutobi.

También me di cuenta, de que apenas los primeros rayos de sol se filtraban entre la montaña. Encendí mi celular, si la hora coincide, son las 5:15 de la mañana. En éstos momentos debería estar dormida sin ninguna preocupación, pero aquí me encuentro, en otro mundo sin saber que carajos pasará conmigo.

Distinguí el gran edificio rojo entre todas las casas, éste resalta bastante (ya sea por su color o tamaño), además que para mi buena suerte, se encontraba a no más de unas cuantas calles de donde desperté.

Sin esperar un segundo más, me dirigí inmediatamente a mi destino. Las calles estaban desoladas, tal vez porque es demasiado temprano, eso espero. Cada casa era pequeña y humilde, no había pavimento (lo que era de esperarse), pero el aire se respiraba limpio. Era refrescante.

—Pequeña, ¿qué se te ofrece? —no me había dado cuenta que ya había llegado a la torre. Voltee hacía quien me llamó y noté algo. ¡Es gigante! Él, es al menos, medio metro más alto que yo.

Me quedé un momento en silencio. Primero, los muebles y techo de la casa, éstos eran extrañamente altos. Después, ésta persona es descomunalmente grande. Y caí en cuenta de como me llamó, 'pequeña'. Por favor, que no sea lo que estoy pensando.

Temerosa, baje la mirada. Hice lo que pude para no alterarme frente a esa persona, pero todo mi interior estaba volviéndose loco. ¡Lo que me faltaba! Parezco una niña de diez años, así nadie me tomara en serio.

—Necesito ver al Hokage —le respondí firme—, ¿puedo verlo?

—Claro, sígueme —me contestó amablemente y, de inmediato, me dió la espalda para que lo siguiera. No pude evitar pensar que, si yo fuera una infiltrada, mi trabajo sería bastante fácil.

Él entró a la habitación antes que yo, le iba a avisar al Hokage que lo quería ver—. Aquí está, pasa —me dijo al salir de la habitación. Después de que me aseguré que se alejara lo suficiente como para que no escuchara, entré en la oficina.

—¿Qué se te ofrece? —me dijo un hombre, ya avanzado de edad, detrás de un escritorio. Perfecto, es el anciano. No pude evitar sonreír.

—Bueno, ésto es difícil de creer... —empecé a hablar, sentandome en la silla frente a él—, pero necesito que se asegure que nadie se entere de esto —le pedí lo más seria que pude, el ahora me prestaba total atención. Suspiré antes de continuar—. Mire, ésto sonará descabellado, pero yo no soy de aquí. Al menos no de ésta realidad.

Él frunció el ceño. Pareció meditar un poco mis palabras antes de hablar.—¿A qué te refieres?

Solté otro suspiro. Ni siquiera yo sé a qué me refiero.

—Bueno, es que yo no soy de ésta realidad, o dimensión, como lo quiera llamar. Lo sé, porque de dónde yo vengo, ésto es... —paré un momento. ¿Cómo se lo podría explicar? ¿Al menos aquí existen las televisiones? Pensé un poco lo que iba a decir—. En realidad, no tengo una forma clara de explicarlo, pero si no me equivoco, sé varias cosas que sucederán en un futuro.

—¿Cómo puedes comprobar eso? —él recargó sus codos en la mesa, dejando descansar su cabeza en sus manos enlazadas.

Pensé cuidadosamente lo que iba decir. No debo decir algo muy revelador, puede alterar la historia. Algo se me vino a la cabeza.

—Naruto Uzumaki, el Jinchuriki del Zorro de las nueve colas, es hijo de Minato Namikaze —solté. El abrió los ojos impresionado, pero después volvió a fruncir el ceño.

—¿Cómo puedo comprobar que en realidad no eres una espía de otra aldea? —punto para el anciano, al menos el sí es un poco precavido, no como el señor que me trajo aquí.

—Primero, si fuera un espía de otra aldea, no vendría directamente con el Hokage a contarle una historia tan descabellada —él asintió, un poco más convencido—. Además, ésto —le mostré mi celular—, no existe aquí.

—¿Qué es? —observó el aparato de mis manos. Ahora él no se ve tan desconfiado.

—Es un teléfono, normalmente se utiliza para comunicarte, pero como aquí no hay cobertura ni internet, además de que no tengo el cargador y aquí no existen, supongo que no sirve para nada —le expliqué—. ¡Pero mire! Tiene jueguitos —le mostré la pantalla prendida del celular, él río por mi repentina actitud—. Pero, ya dejándome de bromas —volví a usar un tono serio—, necesito saber porqué llegué aquí y como volver. Por eso vine con usted.

El Hokage aclaró su garganta.

—Bueno, pequeña, primero dime cómo te llamas.

—Oh, cierto —Me di una palmada en la frente— Me llamo Verónica, usted no necesita presentarse, ya sé su nombre. Además —hice una pausa, mirándolo fijamente—, no soy "pequeña", aunque no lo crea, tengo dieciocho años.

Él volvió a fruncir el ceño. Con razón tiene tantas arrugas, pensé.

—No pareces de dieciocho. —afirmó.

—¿Verdad? A mí también me sorprendió —dije, tomando una pose más relajada.

—Bueno, Verónica, éste es un caso sin precedentes, por lo cual, no tengo información del motivo, tampoco sé cómo regresarte de dónde vienes. Se necesitaría hacer bastantes investigaciones de tu situación, pero por tu petición de que nadie se entere, el tiempo que se requerirá puede ser alargado en gran medida.

Medité un poco mis opciones. Si alguien se entera, probablemente  intenten capturarme para obtener información, y yo no tengo ninguna forma de defenderme contra un ninja. Por otro lado, si me rehuso a divulgar mi información, puede que me quede un largo tiempo aquí, ésto no me afectaría en gran medida y no pondría en peligro mi bienestar físico.

—Preferiría que nadie se enterase, a excepción de usted.

—Está bien. Entonces, lo más correcto es integrarte al programa shinobi, así no levantarán sospechas. Te concederé un apartamento y te pagaré una cuota mensual para tus necesidades, en cambio, tú te harás pasar por una estudiante, ¿estás de acuerdo?

—Eh... Claro —en realidad, no había forma de negarme a aquello. Y no me molestaba, él tenía todo cubierto, le agradecía mucho las molestias que se estaba tomando por mí; una desconocida que llegó repentinamente a su oficina diciendo ser de otro mundo. Pero, ¿incluirme en el programa shinobi? ¿Acaso no hay escuelas normales aquí? No es por nada, pero no sé siquiera si poseo chakra.

—Entendido. La próxima semana iniciarás en la academia, te incluí en un curso de acuerdo a la edad que aparentas —selló una última hoja y la metió a un sobre junto a otros documentos, después me lo entregó—. Estás son las escrituras de tu nuevo apartamento, entre otras cosas. Le llamaré a un ANBU para que te indique donde es.

Sin dejarme mediar más palabra, ya me hallaba siguiendo a aquella persona de máscara, la cual se supone, me lleva al lugar donde desde ahora viviría.

¿Qué es lo peor que puede pasar?

🍜

¿Y? ¿Qué les está pareciendo, eh?

Probablemente esté actualizado los lunes y jueves, ya que me propuse seriamente el escribir ésta historia. Bueno, "seriamente" a mi manera, teniendo en cuenta de que suelo escribir a mitad de la noche (Lo sé, estoy mal, pero la inspiración es caprichosa).

Si les está gustando, voten y comenten, yo lo aprecio mucho~

Bye, bye~

¡¿Cómo llegué aquí?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora