Treinta y nueve

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—¡Vamos, apresurate! —jalé del brazo a Gaara que, un poco cohibido, intentó seguirme el paso.

Apenas llevaba un par de días viviendo en la aldea de la arena, pero me encontraba realmente relajada. Las personas de aquí me recibieron como en casa y me trataban bastante bien, destacando a los tres hermanos Sabaku, a quien me sentía más apegada.

Actualmente, Temari había propuesto que entre los cuatro organizaramos un picnic, así pues, yo no podía evitar apresurar a Gaara, que es quién llevaba a cuestas la canasta.

—Pareces bastante emocionada, ¿eh? —indicó Temari, caminando tranquilamente a un lado de Kankuro.

—Lo estoy, nunca había ido a un picnic —sonreí. 

Donde vivía era una zona industrializada, por lo que las áreas verdes eran escasas o estaban protegidas y, si no era eso suficiente, la delincuencia era mucha como para poder salir desprotegida. Pero aquí era diferente.

—También es mi primera vez en uno —Gaara contestó, ya más relajado. Desde que habíamos salido de la torre se encontraba cohibido por como la gente lo miraba, después de todo, aún le tenían miedo.

Los hermanos agacharon un segundo la mirada, sintiéndose culpables. Ellos también, en algún momento, habían sido como todas las demás personas en la aldea. Le temían a su propio hermano y por ello lo aislaron.

—Entonces será nuestra primera vez juntos —le sonreí y la tensión se diluyó. El se sonrojó, al no estar acostumbrado a recibir muestras de cariño.

—¡Ya llegamos! —exclamó Kankuro, dejándose caer al césped. 

La aldea de la arena no contaba con tanta flora comparación de Konoha, pero las pequeñas zonas donde sí existían pasto y árboles estaban realmente muy bien cuidadas.

—Verónica, ayúdame a acomodar las cosas —me indicó Temari.

Asentí y le ayudé a sacar la manta y tenderla en el suelo, seguida de los alimentos. De esa forma, pasamos unas horas hablando amenamente, disfrutando de la comida a la vez de algunas anécdotas graciosas.

—¡... Y la vieja creyó que era mujer nada más porque me "pintaba"! —terminó de contar Kankuro, haciendo que todos soltamos una carcajada.

Reí hasta que me dolió el estómago, para después tomar un gran respiro.  Volteé a mi derecha, donde estaba sentado Gaara, quien también la estaba pasando bien. Me llenaba de alegría escucharlo reír de esa forma.

—Ahm... Kankuro, acompáñame a tirar los envases —habló Temari, pues ya nos habíamos acabado la comida desde hace rato.

—¿Eh? Pero si son reutili...

—¡Vamos, dije! —le tomó del brazo, arrastrándolo antes de que terminara su frase.

Ni siquiera se llevó los envases.

Me avergoncé de inmediato al captar su intención. ¡¿Es que no podía ser más obvia?! ¡Eso es jugar sucio!

Volteé a donde Gaara quien, al parecer, también se acababa de dar cuenta de el predecible propósito de Temari.

—Ahm... —intenté decir algo, pero me había quedado sin palabras.

—Esto, y-yo no... —él, más que sin palabras, el aliento le faltaba.

Nos quedamos en silencio... y, finalmente, soltamos una carcajada.

(...)

Suspiré por quinta vez, sin ganas de dormir. Voltee la almohada para sentir su lado fresco y me volví a acomodar.

¡¿Cómo llegué aquí?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora