XXIV

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—¿Dos de azúcar?

—Tres, por favor —le indiqué, sin apartar mi vista ni por un segundo de la cálida taza de té entre mis manos. Analizando la situación en la que estábamos, la necesitaría, sobretodo cuando seguramente mis niveles de tensión y azúcar iban por los suelos.

El hombre de la capucha ladeó la cabeza y, aún detrás de la tela, pude identificar su expresión como una sonrisa nerviosa.

Yo no estaba entendiendo bien lo que sucedía.

—Entonces, pregunta lo que quieras —indicó el hombre, después de que, amablemente, había servido exactamente tres pequeñas cucharadas de azúcar a mi té.

No podría explicar específicamente el cómo terminamos de esta forma. Después de haberle sometido y haber estado de esa forma unos cuantos minutos, en las que él se quejaba y rogaba librarse, me he dado cuenta que no llegaríamos a ninguna parte. Por lo que, ahora, le he dejado en paz a cambio de información.

—Tu nombre primero —indiqué bruscamente. El buen olor del té me tentaba para que le diese un sorbo, pero esperé a que él le diese uno primero al suyo para estar segura.

Después de tomar de su té, se quedó en silencio un rato, pensativo.

—No lo recuerdo —contestó por fin.

—¿Cómo? —me confundieron sus palabras, no me esperaba algo así.

—Desde que aparecí en este lugar, los recuerdos de mi otra vida son confusos, como si todos ellos se tratasen de un sueño. Al principio lo recordaba, pero después de unos años he dejado de necesitarlo —contó con una calma impresionante. Yo asentí a respuesta.

—Entiendo. ¿Entonces cómo puedo llamarte? —esperé una respuesta para proseguir con el interrogatorio, pero él solo se alzó de hombros.

—Llamame como quieras.

Suspiré. No me esperaba su falta de interés en ello, de ser de otra manera, simplemente le hubiese llamado "tipo raro de la capucha" y ya.

—Vale, Tom. ¿Te gusta Tom? Tienes cara de Tom, así que te llamaré así —hablé sin mucho interés, intentando pasar del tema rápido. Él asintió—. Bien. Entonces, Tom, dices que vienes de otro universo, ¿es así?

—Sí, así es —asintió nuevamente, quedito, y sacudió sus manos en su pantalón con algo parecido a nervios.

¿Deadpool, eres tú?

—¿Y cómo es ese mundo del que hablas? —seguí interrogando.

—Es... Bueno, muy diferente de aquí. Ahí no tienen todos esos locos poderes con los que ustedes luchan.

—¿"Locos poderes"? —me pareció curiosa la manera en las que lo nombró. Ya que no usó el nombre de "Chakra" o hizo alguna referencia a Naruto, intuí que no lo conocía.

—Bueno, puede que no sepas a qué me refiero porque ya estás acostumbrada a ellos —él estaba cada vez más tenso, nervioso. Parecía que se encontraba en un interrogatorio siendo sospechoso de asesinado.

—No, sí sé a lo que te refieres. Yo también vengo de ese mundo.

—¿Eh?

—¿Se te hace raro?

—No- Bueno, es que... —parecía alterado, nuevamente confundido—. Dijiste que venías de Konoha y eres igual a mí... Entonces, ¿cómo es que te ves así? —demoré en entender su pregunta, hasta darme cuenta la diferencia de condiciones que había entre ambos. Me había dado cuenta que, de hecho, su aspecto no era algo que hiciera parte de él, ya que venía de mi mundo, lo que quería decir... que alguien se lo provocó ya estando aquí.

¡¿Cómo llegué aquí?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora