Dieciséis

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—Sueltame —le ordené de manera desafiante.

—Suelta el arma —me contestó manteniéndose calmado, pude sentir su aliento en mi oído.

Bufé al ver mi única protección retirada y dejé caer ligeramente el kunai a un costado mío. Él inmediatamente lo empujó con su pie, ocasionando que se deslice hasta debajo de la cama, produciendo un leve sonido al chocar contra algo.

Mi cuerpo se tensó. La caja con todas mis pertenencias del otro mundo estaba ahí.

Sentí la impotencia recorrer mi cuerpo. ¿Por qué, de todas las personas, a mí? Yo solo quería regresar a mi casa...

—Ya lo hice, suéltame —lo volví a ordenar, intentando no perder la compostura. Él no contestó—. ¡Suéltame de una maldita vez! —enojada, me precipité a intentar soltarme por mi cuenta.

—Contesta mis preguntas —bajo mis intentos de liberarme, lo único que logré fue darme la vuelta, pero él me seguía presionando el cuello con su kunai.

—No es de tu incumbencia de donde haya venido yo —lo desafié con la mirada, firme. Sentí como aplicaba aun más presión en mi cuello, pero no titubeé en ningún momento.

Sabía que no me podía hacer daño.

—Eres bastante indulgente, ¿no? No te cuesta desafiar a los de mayor rango del tuyo, además de que tienes total acceso a los pergaminos que contienen técnicas prohibidas, aun cuando desde hace poco no había ningún tipo de archivo que compruebe tu identidad. Solo apareciste repentinamente profesando ser del clan Sarutobi, pero eso no es cierto, ¿verdad?

—¡Tú qué vas a saber! ¡Lo que dices son solo tonterías! —intenté fingir que no sabía nada, pero él tampoco se dejó engañar.

—¿No es extraño que te hayas infiltrado de manera tan fácil en la aldea, fingiendo parentesco con el mismo Hokage? Bastante tenaz de tu parte. ¿Cómo lo lograste engañar? ¿Quién eres? —me desesperaba aún más con la tranquilidad con la que hablaba, esta situación a la única que le afectaba era a mí, estaba prácticamente a su merced.

Entonces, al ver que fingir ser inocente no servía, decidí intentar intimidarlo yo.

—¿Y tú... quién eres, eh? —ahora el kunai en mi cuello me intimidaba más. Sabía que lo que intentaría hacer era no solo arriesgado, también estúpido—. Todas las personas a tu alrededor han muerto; tu padre, tu equipo... ¿Cómo puedes asegurar que no eres tú el que está intentando dañar a la aldea?

Miré como él se sorprendió, y miré la oportunidad perfecta. Convirtiendo mi chackra en velocidad me liberé rápidamente, arrebatándole el kunai y poniéndolo está vez dirigido a su ojo. El frunció el seño, se confió.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó lentamente. Parecía todavía estar tranquilo, pero yo sabía cuánto le afectaba ese tema.

—Ese ojo no es tuyo, ¿verdad? —seguí. Sabía que él no tenía la culpa de nada y que indudablemente sufrió por eso, pero sabía que habíamos llegado a un punto en la conversación donde él no dudaría en matarme—. Sé todo sobre ti; tus días como anbu, cómo mataste a la amada de tu mejor amigo, como tu padre se suicidó... —tanto él como yo nos quedamos en silencio, observandonos fijamente.

Entonces, sonó la puerta. Ninguno volteó.

—¡Verónica, sé que estás ahí! —era Hiruzen, Kakashi chasqueó la lengua—. ¿Estás bien? Te traje pastel, después de lo que te dije pensé que te haría sentir mejor.

Miré como mi maestro intentó huir, pero yo lo frené al reafirmar mi amenaza sobre su ojo.

—Ni se te ocurra. No escaparás tan fácil.

Ambos escuchamos como la puerta se abrió, y muy pronto Hiruzen estuvo frente a nosotros.

—¿Qué está ocurriendo aquí?

[...]

Creí que ya había publicado este capítulo o.O

Jajaja, lo siento por tardar, ¡no me había dado cuenta que seguía como borrador!

Triunfando en la vida, cómo siempre 🤦.

¿Qué piensan de este capítulo, eh? ¿Qué creen que suceda?

¡Bye, bye, cositosss!~

¡¿Cómo llegué aquí?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora