Epílogo

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La cena se enfría mientras no llegas. Pensándolo bien te gusta lo frío y no tienes prisa. No te espero ahora pero si después. No te tengo miedo muerte. En una ocasión me distes un beso helado y sin amarte, ni desearte, apuntó me deje que me hicieras el amor. Apunto de mi primer y último encuentro. En una tumba como último lecho. Dormir para siempre para desvelar el misterio. Desechar el cuerpo que idolatran en belleza efímera. Entregar mi alma a lo inevitable. Al inefable enigma que precede la antesala que abre la puerta al infinito. A la nada o el todo. A lo que no se. A la última frontera que cruzar hacia la esperanza de eternidad. Cuanto más me acerco a tu piel invisible más me duele mi cuerpo. Tu caricia es ternura en la agonía. No me das miedo amiga mía. Nací para morir y moriré cada día para estar vivo. Dame una razón para vivir y moriré por vos. Serena sentencia que me declara inocente y me brindas la libertad de las cadenas del mundo. Amiga muerte no eres amenaza. El sueño de la oruga son las mariposas. Abrázame cuando llegue mi último aliento de vida y escribe en tu mente mi nombre cuando caiga la tarde. Querida muerte coge mi mano cuando llegue el final que anuncia un principio. Después de la oscuridad de la noche el más hermoso amanecer. No te conozco y no se que escondes tras la máscara. Más son mis huesos el testimonio de mi último abrazo. La ceniza que se esparce en todas partes. Cuando corras el velo muéstrame el rostro de Dios y no escondas más misterios. El amor que haya dado me llevo de equipaje en mi último viaje. Hacia ninguna parte en el espacio conocido, desnuda mi alma se viste de luz. Cuando llegues tenderé la mano a tu mano inerte. No te tengo miedo muerte.


Alberto Real Borrueco

El desván del gato verdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora