Todos miramos la misma luna

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Viajé hasta las antípodas de mi pensamiento. Desnudándome de todas mis ideas me despojé de todo.
Descubrí en los vértices de otras perspectivas, la manera de contemplar la vida desde otros ángulos. Mensajes incómodos con los que sentí un rechazo instantáneo. Lejos de la línea de mi pensamiento. Un vacío que no ocupaba nada que me fuera útil.
Advertir en ese momento que estoy hecho de pequeños fragmentos de incertidumbre. Y que mis certezas no eran más que un sueño de un navegante en los mares del conocimiento. Así pues, escuché. Para comprender otros puntos de vista. Me sentí como un junco flexible que lo mueve el viento en diferente direcciones. Así deje de juzgar. Pude comprender en un destello de luz la diversidad de ideas y pensamientos.

Cada flor guarda un aroma diferente. Se visten sus pétalos de colores distintos. Pero es el prado en su conjunto la prueba inequívoca de la belleza. La escucha tolerante atenta de lo que es diferente. A fin de cuentas todos tenemos un rostro distinto, pero bebemos el mismo agua y el aire que respiramos. Todos tenemos miedo y todos recibimos con agrado el néctar del amor de las diferentes flores. La miel que dulcifica la vida después de tanto dolor. La humildad de que abre las puertas de la comprensión. Detrás de lo que no entendemos la ignorancia. La sabiduría en todas las diferentes formas. El Amor la señal de el Camino correcto. Todos miramos la misma luna cuando llega la noche.


Alberto Real Borrueco

El desván del gato verdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora