Compasión

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 Me hace reflexionar como todos acuden ayudar a un ser que se encuentra en dificultades. Como a una llamada de dolor somos sensibles y aportamos una solución al que está sufriendo. Si se cae desmayado un señor en medio de la calle, todos rápidamente instintivamente vamos a auxiliarlo. El grupo se coordina y toma decisiones que puedan ser útiles y resolutivas. El problema está cuando el dolor se prolonga en el tiempo. El anciano poco a poco se le va olvidando y no interesa escuchar a un abuelo quejoso que no aporta lo que buscamos y una conversación se convierte en una pérdida de tiempo. El enfermo que en el sufrimiento se queja de una herida durante mucho tiempo, no es una compañía de buen gusto y también se considera una pérdida de tiempo. Su dolor y desesperación se transmite. Cuando más necesita ayuda es cuando comienzan todos alejarse y las visitas son cada vez más cortas y menos frecuentes. Nos ponemos las manos en la cabeza cuando vemos imágenes de una hilera de muertos en uno de los muchos conflictos bélicos que se reparten por el mundo. Pero cuando avanzan esas guerras en el tiempo, acaban por dejar de afectarnos y lo sentimos como algo ajeno a nosotros. Como si la distancia fuera un motivo para ser menos empáticos y eso no fuera con nosotros. El caso es que nos dispersamos cuando el dolor de los otros, nos crea quebraderos de cabeza y corazón que no ve, corazón que no siente. La verdadera compasión no olvida, ni abandona. Aunque no siempre se esté, la presencia de amor siempre permanece.


Alberto Real Borrueco

Alberto Real Borrueco

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El desván del gato verdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora