Perdonarse

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El tiempo estimado para empezar amarse se acaba, desde el momento en el que se decide, de una vez por todas, cuando le vas a dar un fuerte abrazo al niño que fuiste. No hemos cambiado tanto, en cuanto a que sentimos las mismo. El mismo miedo que nos espanta. Ese dolor que nos hacia llorar y desahogarnos. Ahora se termina limitando las lágrimas porque no está bien visto. Esta claro que no somos infantes y hemos crecido en cuanto a conocimientos se refiere. Aunque hemos dejado de crecer hacia dentro en cuanto dejamos de ser inocentes. Es un abrazo inmenso lo que necesitamos y no el juicio interesado que hacen los demás. ¿Qué sabrán los que opinan, para hacer daño desde sus vidas vacías? ¿Acaso te conocen bien o procuraron alguna vez hacerlo? ¿O es más fácil dictar las normas de las vidas ajenas que cumplir las reglas propias? Es un abrazo inconmensurable lo que necesita ese niño descuidado por nosotros, que aún seguimos siendo y cayó en el olvido desde el día que pensamos que éramos mayores. Los años no empañan el espejo donde siempre permanecemos siendo inocentes. No hemos venido a este mundo a que nos valore nadie. Hemos venido para valorarnos nosotros mismo. Para sonreirnos. Para acariciarnos. Para amarnos. No es posible amar a nadie que este a tu lado, si antes no te amas profundamente e incondicionalmente pase lo que pase. Que poco sirve la culpa, sino para llevar un lastre pesado que viene sobrando. No es un quererse con un carácter ególatra. Eso es el alimento de los soberbios y prepotente que nunca reconocen un error propio. Es el amor que necesitamos para sanar las heridas que sangran profusamente sin el apósito de la compresión. Si somos imperfectos, como lo somos. Lo que más necesitamos es dejar de enjuiciarnos y perdonar los errores que pudiéramos cometer. Un perdón muy hondo que cure todo desprecio y daño al que fuimos sometidos. La humildad de reconocernos una pequeña e ínfima voluntad en medio de un universo repleto de galaxias con una voluntad infinita. No es tan importante nada a lo que le damos demasiada importancia. El amor no llega de fuera, sino de dentro. Desde lo que somos en nuestra esencia. No somos creencias. El día que aprendimos las leyes de los hombres dejamos de ser libres. Hay un niño asustado que somos nosotros mismo y nos anda buscando desde que lo abandonamos en el rincón del olvido. Es un buen momento para buscarlo en el recreo del alma, que espera recuperar otra vez del tesoro de la inocencia, su mirada diáfana. Un retorno hacia la luz que no se apaga. Cuando brillábamos como estrellas resplandecientes en otro tiempo no demasiado lejano.


Alberto Real Borrueco

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Alberto Real Borrueco

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⏰ Última actualización: Jan 14, 2019 ⏰

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