Me vivo de risa

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Me parto de la risa. Me parto en una infinidad de fragmentos de dicha. Me descompongo de sufrimientos y ahuyento a los malos espíritus. Invoco a los duendes de la gracia y salen corriendo los fantasmas de la desgracia. No me tomo en serio lo que no es serio. Como una explosión de un volcán, me río de lo absurdo, porque me gusta reírme de lo absurdo y no dejó más que cenizas al miedo. Se despierta la risa cuando menos lo espero. No hay un momento concreto. El que canta su mal espanta. Me doy permiso para pasarlo bien. Para disfrutar de momentos divertidos. De hacer muecas al destino. De reír aunque no me queden dientes. Nada mejor que una carcajada que te inspire una buena compañía. La vida es una broma sin maldad. Un desafío continuo porque se desplieguen sonrisas y risas. Es cierto que hay cosas que no me hacen chiste. No todo tiene gracia. Pero le doy permiso a la risa. Procuro reírme de mi mismo. Reírme con los demás y no de los demás. Un buen estado de humor, no permite que te roben la idea, de que cada día puede que sea una fiesta. Un alegato diario al gozo de vivir. Transmisor de la buena onda.  Así que me vivo de risa y de llanto. Cuando tengamos que llorar puede ser que podemos llorar juntos. Porque también detrás de cada lágrima hay un poema de ternura infinita.


Alberto Real Borrueco

El desván del gato verdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora