Es aquello que capta nuestra atención donde están nuestros tesoros. Es aquello que nos causa sorpresa en la vida donde se hallan nuestras joyas. Dónde miramos está el valor de la vida. Tu alma es lo que miras. El deseo lo que te hace preso en un objetivo. El desapego el que nos hace libre para disfrutar de las esquinas de una habitación vacía con ventanas abiertas para oler libertad. No está la vida en poseer más cosas para ser feliz, sino soltar peso sentirse liviano con lo imprescindible. Nuestra mirada puede estar en un automóvil de alta gama que tenga un motor silencioso y puede ser que no hayas escuchado la voz que habita en tus silencios. Puede ser la trayectoria de un gol espectacular por el jugador de fútbol de moda y puede ser que no te importe los héroes que salvan vidas a los emigrantes que huyen del hambre y la guerra dejando sus cuerpos inertes en lo mares del olvido. Puede estar en el fanatismo de una ideología que no te permita ver el crisol de pensamientos que circulan por el mundo. Puede ser la adoración de un político que promete una nueva vida desde el poder de su trono y no haber caído jamás del poder interior que mora dentro de ti, capaz de hacer temblar el firmamento con la fe. Puede ser el valor efímero del dinero que ciega los sentidos y no darnos cuenta de que el papel acaba corroyéndose cuando caven nuestras tumbas porque somos finitos en la tierra. Puede ser la fama y el prestigio cuando no seamos capaces de descubrir quien fuimos y el propósito que nos trajo a este planeta. Puede estar en la opulencia y haber pasado inadvertida la belleza implícita en la naturaleza. Puede ser en la figura hermosa de una dama o el cuerpo musculoso de un hombre y desconocer la anatomía de tu alma sin formas que vibra al son de las estrellas luminosas del cosmos. La belleza invisible del marginado. El abrazo de una madre a su hijo enfermo. La compasión que descubre los ojos que ocultan un dolor y el llanto descompasado que no acaba porque no halla un poco de alivio ¿No será que no queremos mirar donde más amor hace falta? ¿No será nuestro amor interesado? ¿No será que tenemos miedo amar lo que nadie quiere? Es cierto que las flores lucen espléndidos colores de una belleza indeleble y aún así las preferimos de plástico. Y más que el color de las flores, es el aroma que esparcen hacia todas partes en su esencia infinita, lo que cubre el campo de su fragancia, que no se olvida por muchos años que pasen. Es el amor esa misteriosa fuerza que mueve los hilos de nuestro destino y nos produce el consuelo de un poco de paz. Es esa verdadera calma que nos invade dulcemente, que se expande como una onda hacia todas partes, repleta de matices de un sentimiento hermoso cuando entregas el alma para el Alma. En la ternura, la inmensa hermosura en un beso o en un abrazo cálido que nos funde con el otro. Con el diferente para enriquecernos de aquello todavía no hemos reconocido en nosotros porque no nos falta nada, más bien nos sobran las apariencias para quedar desnudos de nada y mostrar nuestra verdadera identidad. Que sólo la luz del alma intangible que asoma por la mirada es nuestra única verdad. La sonrisa ancha que ilumina la cara de pureza cuando te haces uno con el otro. Nuestra única patria el camino por donde vamos pasando. Es la esencia la que importa y recuerda que nada es demasiado importante y que somos aves de paso. Aquél destello de luz que olvidamos en la noche de los tiempos. Que no es culpa lo que necesitamos, sino reconocer la inocencia. Que no hay más pecado que dejar de creer en nosotros mismo y responsabilizarnos de nuestros actos que determinan el destino en cada una de nuestras decisiones. Como decía el Maestro: Allí donde pongas el corazón tienes tus tesoros.
Alberto Real Borrueco
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El desván del gato verde
SpiritualEl desván del gato verde es un compendio de reflexiones, sobre el mundo que nos rodea y la vida en general escrito en clave de poesía. Un viaje a través de pensamientos, que consideran a la espiritualidad, la brújula fundamental para tomar rumbo ha...