La humildad

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En cuanto dices que la posees desaparece. Es tan sutil, que pasa desapercibida por un momento y luego recuerdas quien la tuvo. La humildad no se puede poseer, más bien acaba poseyéndote ella. Cuando callas, el ruido de la mente desaparece y se aquieta la conciencia. Cuando no prestas atención, al zumbido agotador de un enjambre de pensamientos, que sin cesar revolotean por nuestras cabezas. De lo que tu crees y de lo que cree el otro. De las ideas de las que somos esclavos. Cuando experimentas el silencio y ves con claridad que lo importante no es llevar razón. Sino Ser, vivir y dejar vivir. Qué entiendas que no se puede complacer a todos. La humildad llega cuando te vacías completamente de todo. Cuando eres un receptor. Cuando abres tus manos vacías. Cuando miras sin odio. La humildad aparece cuando de las cosas pequeñas haces cosas grandes. Cuando das un pequeño paso que conduce a un largo camino, pero en ese pequeño paso encuentras tu destino. La humildad aparece cuando desaparece el protagonismo. No es amiga de la pedantería. Se forja en la soledad sonora. Cuando la gota de rocío contiene el océano en toda su amplitud. Cuando sabes esperar. Cuando confías en la providencia. Cuando esperas la primera gota de lluvia en el desierto sin desaliento. Es una virtud elegante y bella. La sabiduría y la compresión se derivan de ella. El ego su principal enemigo deja de existir, cuando la presencia del Ser se manifiesta. Porque ante una pequeña llama toda la oscuridad se desvanece. Cuando el verdadero silencio, hace tronar al cielo y anunciar la lluvias que alimenten la cosecha. Cuando te sientes en paz aunque no te entiendan.

Alberto Real Borrueco  

El desván del gato verdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora