El caracol que aprendió a nadar

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Despacio recorriendo un camino. A paso lento dejando un rastro de una historia. Dejando una huella de cada instante. Sin más prisa que la de vivir cada momento. Sin más diligencia que la de detenerse a observar el aire que nos respira. Así nos reencontramos después de mil milenios y miles de vidas. Después de un ahora eterno ya no hay que correr. Porque el presente es lo único que existe y perdura para siempre. Soltar aquello que nos impide seguir mirando hacia el horizonte. A pesar de que el desapego pueda resultar doloroso. Sin más carga pesada, ni equipaje que no sea el amor sin condiciones. Iniciar un viaje hacia dentro de uno mismo. En la medida que más nos vamos conociendo dentro, mejor compresión se clarifica en el mundo exterior. No existe obstáculo insalvable cuando hay esperanza. El reloj se detuvo cuando el caracol dejo de creer en el tiempo. Cuando atravesó el charco nadando sin hundirse.

Alberto Real Borrueco  

El desván del gato verdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora