Capítulo 36

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(POV Kiara):

Ya había pasado una semana desde el comienzo del torneo.

Nuestro primer partido fue contra Estados Unidos. Fue difícil,  pero de todas formas ganamos 3-2.

Elizabeth mejoró un montón desde la última vez que la había visto y, a pesar de no tener a Erick Eagle en su equipo, los estadounidense nos dieron una dura batalla. Sin duda, otro partido que no olvidaré.

Por otro lado, no hemos sabido nada de Tina, Lise y Hannah. ¡Ni siquiera nos han mandado un mensaje!

Hay algunos, como Hurley, que ya se están comenzando a preocupar. Ojalá se encuentren bien, sea donde sea que estén.

Por alguna razón, he visto bastante a Lars, ya sea escondido detrás de los arbustos o observando arriba de un árbol. Siempre que intento acercarme a él, desaparece.  Hoy por lo menos no lo he visto, lo que es un alivio para mí.

Ahora estamos en un descanso que nos dio el entrenador después del arduo entrenamiento que hemos realizado.

Es tan agradable descansar...

Pero eso no dura mucho. A la distancia veo como un robusto hombre se acerca. Por su forma de caminar, no se ve muy contento.

Val se tensó al instante en que lo vio. Sus ojos mostraban lo peligroso de la situación.

Por suerte, esta vez sí está el entrenador. Él se acercó al hombre y le dijo:

—Lo siento, pero no puede estar aquí —el hombre lo ignoró y siguió caminando.

Sus ojos se toparon con los míos. Su oscura y siniestra mirada me decía que me acercara.

Fue como si mi cuerpo se moviera solo porque comencé a caminar hacia aquel hombre.

Todos miraban algo asustados, pero, por ahora, la situación estaba controlada.

—Por favor, no lo hagas... —vi la preocupación en el rostro de mi hermana. A todo esto, apenas nos hemos hablado. Le declaré la ley del hielo por un tiempo por todo lo que me ha ocultado, pero ahora sentía la necesidad de decirle algo. Me contuve, tengo que seguir mi instinto.

Seguí caminando hasta estar cara a cara con el sujeto. Me fijé en la cicatriz que tenía en el ojo izquierdo, los mismos ojos de Val. De un azul profundo y oscuro, fríos y siniestros.

El hombre de semblante serio esbozó una sonrisa cuando llegué a su lado y sus ojos brillaron con diversión.

—Padre... —le dije en un susurro. El entrenador ya se encontraba al lado nuestro.

—Váyase si no quiere tener problemas con la policía —mi padre rió. Si el entrenador supiera...

En ese instante, me agarró de la mano. Sentí como algo penetraba mi piel y, casi al instante, sentí el liquido carmesí deslizarse por mis brazos.

Aterrada, intenté apartarme, pero mientras más fuerza hiciera, más dolorosa se volvía la acción.

—Usted no sabe con quien se mete. Ahora me llevaré a mis hijas de vuelta a donde pertenecen —le dijo al entrenador. El miedo me invadió, pero no podía hacer nada. Si intentaba algo, él me mataría ahí mismo.

Fue cuando la policía llegó. Al parecer, el entrenador los llamó apenas vio que se acercaba.

Me sentí aliviada cuando los policías esposaron a mi padre, pero aún así sentía el dolor que palpitaba sobre la piel de mi mano, ahora cubierta de sangre.

—¡Cammy, ve a buscar el botiquín! —escuché que le decía mi hermana a la gerente de pelo púrpura.

—Volveré, tal y como lo hice hoy, y por fin las llevaré a donde pertenecen, ¡el infierno! —soltó una risa sádica antes de que los policías lo metieran dentro del coche.

Unidos Jamás Seremos Vencidos - (Inazuma Eleven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora