Una lágrima tiene un origen más profundo que una sonrisa.
Derribé a todos esos malditos cadáveres reanimados sin problemas, eran aproximadamente veinte, así que no tuve tantas complicaciones como imaginé en un principio.
Volví a correr en dirección a mi padre. Pero este se alejó para recoger solamente a Carol. Luego aceleró y se fue, sin siquiera voltear.
Alice: ¡Papá! ¡Aquí estoy! ¡Espérame! -traté de gritarle, pero no hubo caso. Él no me oyó.
No veía a nadie. Estaba todo incendiado. Los caminantes poco a poco iban notando mi presencia.
Todos se habían ido. Me dejaron sola.
Volví a la casa al ver que la horda se acercaba. Aseguré las entradas como pude, para que no puedan pasar tanto. Tomé los muebles que pude y los coloqué en la puerta.
De todas formas, no funcionó tanto, pues los caminantes seguían entrando. Me encerré en la casa como una estúpida. Estaba enjaulada, un pájaro y miles de gatos.
Subí las escaleras lo más rápido posible. Las habitaciones no eran seguras, así que mi única alternativa era subir al ático.
Ese era el lugar más seguro para mí. Los caminantes seguían allí, pero no podían alcanzarme.
Ahora me toca esperar a que mi padre vuelva por mí, a que vuelvan para ayudarme.
No pueden dejarme aquí, ellos jamás harían eso.
°•°•°•°•°
En la carretera.
Todos llegaron a salvo y se reunieron nuevamente. Cuando Daryl frenó la moto y no vio a su hija por ningún lado, comenzó a enfurecerse.
Daryl: ¡¿Dónde... Dónde está mi hija?! -les gritó al resto.
Rick: ¿No estaba contigo?
Daryl: Le pedí a Lori que la vigile.
Lori: Estaba buscando a mi hijo, que por cierto, tu hija perdió -respondió abrazando a su pequeño.
Glenn: Andrea tampoco está.
Daryl: Iré a buscar a mi hija.
Lori: El lugar estaba inundado. No hay forma de que ninguna de las dos sobreviva a eso.
Carl comenzó a llorar al oír que posiblemente su amiga haya muerto.
Carol: Vi a Andrea ser rodeada por una pequeña horda, pero no vi a Alice en peligro -mira a Carl con una pequeña sonrisa- No podemos afirmar que algo malo le haya pasado.
Daryl: Debo ir por ella -subió a su moto, pero lo detuvieron al instante.
Rick: No permitiríamos que fueras solo, tampoco podemos arriesgarnos a ir. Es una misión suicida. Lamento decirlo, a mí también me duele mucho, pero temo que ella...
Daryl: ¡Nunca te atrevas a decir algo semejante! -se levantó para hacerle frente, pero se detuvo por la voz del pequeño.
Carl: Podemos volver por Alice. Es mi amiga, no podemos dejar a alguien más atrás.
Rick: Hay que pensar por el bien mayor. Debemos permanecer unidos y a salvo. Lamentablemente fuimos los únicos que sobrevivieron. Hay que aceptarlo...
Hershel: No podemos dejarla atrás. Ella es una de nosotros, ¿Y si aún está con vida?
Rick: No podemos arriesgarnos, Hershel. Es solo una niña, ya vimos lo que sucedió con alguien de su edad al dejarla sola.
Daryl: Le prometí que nunca la dejaría sola. Le prometí que si algún día se pierde, la buscaría. ¿Y si me está esperando? ¿Y si se salvó, pero está atrapada?
Lori: ¿Y si no? Sé que Alice es muy fuerte. Pero nadie puede sobrevivir a una horda como esa por sí solo. Estaríamos buscando un cadáver, muerto o reanimado.
Daryl: ¿Solo voy a dejarla por la posibilidad de que esté muerta?
Lori: No solo por eso. Ten en cuenta que el lugar está lleno de caminantes. Volver allí equivale a morir.
Maggie: No creo que esté muerta. Si sobrevive, podría venir aquí. Es muy inteligente.
Rick: No podemos quedarnos aquí. ¿Y si viene otra horda?
Carol: Podemos escondernos debajo de los autos, otra vez.
T-Dog: No podemos arriesgarnos a perder más gente. Deberíamos dejarle una nota de dónde estaremos.
El grupo dejó una nota en uno de los autos y partió. Carl lloraba en brazos de su madre al saber que daban por muerta a la única amiga que tenía, y que le quedaba. La única persona que, a pesar de tener sus diferencias, lo apoyó en lo que deseaba.
Daryl, por su lado, se volvió más frío al pasar el tiempo. Hasta llegó el punto en que ya dejó de esperar la llegada de su hija. El punto en que aceptó lo que tanto le negaba a todo aquel que le plantearan la idea: su pequeña indestructible, estaba muerta.
°•°•°•°•°
En la granja
Le hice un hueco al techo de la casa. No podía salir por ahí, pero podía observar el terreno.
El granero seguía lleno de fuego, pero los caminantes parecían multiplicarse cada vez más.
Alice: ¡Auxilio! -grité por el hueco. Sabía que no tendría respuestas, pero mi nerviosismo llegó a tal punto que tenía que gritar por ayuda- ¡Estoy aquí arriba!
El ático era bajo. Tenía que agacharme para poder desplazarme.
El aire parecía cortarse, parecía que todo estaba muriendo. Solo estaba mi cuerpo, en un sitio infinito que parecía achicarse por cada segundo que ocurría.
Por suerte, subimos la comida aquí, por lo que esta no me haría falta si me tenía que quedar encerrada mucho tiempo.
Alice: ¡Comida! -me abalancé a una lata que empezó a rodar. Estaba hambrienta o eso es lo que quería creer, para pensar en otra cosa- Debo esperar, vendrán por mí.
Hice el hueco un poco más grande, como una ventana.
Los caminantes seguían allí, parecía que no había más lugar, pues estaba lleno de estos.
El nudo en la garganta se hizo presente, solo lo pude calmar con un grito. No me importaba lo fuerte que sea, los caminantes no podían alcanzarme, pero alguien podría escucharme (aunque en el fondo sabía que no era así).
Alice: ¡Papá! -gritaba con todas mis fuerza, hasta el punto en que se quebró la voz- ¡Vuelve, por favor! ¡Te necesito!
Me dejé caer, con las lágrimas en los ojos, en mis mejillas y en mis labios. Se me cortó el aire varias veces. La angustia y la desesperación se apoderaban de mi cuerpo, y no era nada bonito.
Para colmo, escapar era imposible. El ruido de cientos caminantes era presente. Y lo único que nos separaba era un simple piso de madera.
Mi esencia, sentimientos y cordura se me iban poco a poco. Creía que si seguía así, nada me diferenciaría de aquellos muertos debajo mío.
Así pasé una catarsis; lloré como jamás lo hice y me quedé dormida, sin nada más por continuar esperando esas horas.
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Alice Dixon
FanfictionPerfecta: Te esperé varios días en ese maldito lugar hecho mierda, y... ¡Y tú nunca llegaste! -le grité. Ese tipo ya no era nada mío. Me levanté de mi silla y tomé mi preciada ballesta. Le apunté a la cabeza, pero a pesar del odio que le tenía en es...