•Cap 56: Tormenta•

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De un momento a otro se borran las sonrisas, y comienzan a caer las lágrimas

De un momento a otro se borran las sonrisas, y comienzan a caer las lágrimas

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Tengo muchos problemas ahora. Todo por culpa de aquel rubio. Si no hubiera vuelto estaría tranquila, nada estaría mal. Pero lo hizo.

Debo disculparme con mi padre. Aún no puedo creer que le apunté en la cabeza, como si él fuera cualquiera. Pero mi lado impulsivo ganó, y ahora debo enmendarlo.

Observé el cielo. Después de tanto tiempo se nubló, en cualquier momento caería la tormenta.

Me adentré en la que antes era mi casa. No tengo otro lugar a donde ir. La torre ya está ocupada por alguien más que está haciendo guardia, y no voy a echarlo sólo porque quiero pensar en soledad.

Me senté sola, en un sofá, tratando de pensar en cómo debo hablarle a mi padre. Qué debo decirle, cómo disculparme.

Sentí la presencia de alguien más en la habitación. Yo no tenía dudas de quién era, así que empecé a hablarle.

Alice: Hubo una chica idiota, hace unos veinte minutos. Estaba haciendo un escándalo en la entrada de la comunidad. La gente fue corriendo, alarmada de lo que podría hacer aquella idiota tan peligrosa. La idiota demostró que ya no pueden confiar en ella, robó un arma, le apuntó a la gente. Trató de matar a un chico, y terminó defendiéndolo. El padre de la idiota quiso defenderla, defender la poca dignidad que tenía, pues había estallado en ira por lo que se enteró en aquel escándalo. Pero la estúpida no tuvo mejor idea que apuntarle, apuntarle a su propio padre. Hay un chico que siempre está disponible para aquella idiota, la salvó de hacer una locura, pero en este momento no creo que deba estar con ella. La idiota ya no puede con esto, ¿Sabes quién es esa idiota? Esa idiota soy yo.

Carl: ¿Por qué te castigas tanto? -preguntó, sentándose a mi lado.

Alice: ¿Y qué harías tú? -cuestioné soltando una sonrisa incómoda- Lo repito, Carl, ¿Por qué te enamoraste de mí? ¿Qué viste en esta idiota?

Carl: Esta idiota es especial. Ella no es como las otras; Un día es feliz, luego triste, confundida, rota y perdida. Hay momentos en los que me odia, pero a los pocos segundos me necesita. Yo siempre estaré para ella. ¡Estoy jodidamente enamorado de ella! Cuando estoy con ella no necesito nada más, es todo lo que quiero.

Alice: Estás equivocado, niño. No soy una buena persona, no tendrás nada bueno conmigo. Nadie lo tendrá, lo mejor es que me vaya y esté sola.

Carl: No importa ni quién ni cómo eres; lo importante es que tengas a alguien en el mundo que te ame.

Alice: ¿Y quién es ese alguien?

Carl: Yo.

Negué con mi cabeza. No es posible que se haya enamorado a tal punto de mí.

Alice: ¿Entiendes lo que hice? No puedo... Mi padre, le apunté...

Carl: Estabas explotando de tanto tiempo que callaste. Está bien, aguantaste mucho tiempo. Pero ahora, debemos actuar. Dime, ¿Qué haremos con él? ¿Cómo le haremos pagar por lo que te hizo?

Alice: No. No le haremos daño.

Me miró de forma extraña, como si acabara de decir una gran estupidez (y en el fondo, eso es lo que era).

Carl: ¿Vas a perdonar a John?

Alice: Madurar es poderle sonreír a quien te hizo llorar.

Carl: Sí, pero él no solo te hizo llorar, Alice ¡Él te violó!

Alice: ¿Crees que no lo sé, Carl? Pero es más complicado que eso.

Carl: Dime porqué. ¿Enserio vas a caminar por las mismas calles que él? -cuestionó, levantándose del sofá.

Alice: ¿Creciste al lado de tu chimenea comiendo malvaviscos? ¿Creciste con tus dos padres? ¿Creciste con la única responsabilidad de estudiar, ir cinco días a la semana a la escuela por un par de horas? ¿Creciste con los domingos de salida familiar, yendo al parque, jugando sin preocupaciones? ¿Creciste con regalos de navidad, con salidas de vacaciones, con yogurts y helados después de la escuela, con tus papis cerca para que te protejan? ¿Creciste con fiestas de cumpleaños junto a todos tus amigos? ¡Qué suerte tienes! Yo no. Mi padre nunca supo cómo cuidar a un bebé. Su mejor opción era llevarme a un lugar en la que la pasaría peor que en mi casa. Allá estuve sola, era la de nuevo ingreso, solo yo entré ese año, solo yo era la niña de cinco años. Todo el mundo me atacaba, se metían conmigo, con mis ojos, las cicatrices que se veían cuando usaba ropa especial, cuando compartía las duchas con el resto de las chicas. A los ocho años me enviaron junto a los seis soldados más competentes a Canadá. No tenían que pagar, así que era más fácil que yo vaya. Nos llegaba un paquete de comida cada tanto. Debíamos pasar una prueba para subir de rango; sufrir y vivir en carne propia lo que es una guerra. Enviaron gente autorizada a atacarnos, y nosotros debíamos reaccionar. ¿Sabes lo que es eso para niños de ocho años? No, no lo sabes. No sabes lo que es pasar todo lo que pasé. No sabes lo que es ser yo; estar al borde del colapso cada minuto, y que nadie esté ahí para salvarte. Pero hubo alguien que llegó a hacerme compañía, que llegó para defenderme. Y eso fue lo que me hizo hacer toda esa locura que armé hace unos momentos. Los recuerdos me invadieron, y no supe cómo reaccionar.

Carl: Tal vez para ti sea importante, pero no lo es para mí. Y ni se te ocurra que voy a dejar esto así.

Él salió rápido de la casa. Yo fui tras él, pues tiene propósitos que no quiero que se cumplan.

La lluvia estaba con nosotros. Nos empapamos con tan solo poner un pie en la calle.

Sorprendentemente, él ya estaba a dos casas. Corrí para alcanzarlo, no puedo quedarme sin hacer nada.

Alice: ¡Carl! Por favor.

Él paró sus pasos lentamente. Quedó de espaldas, sin mirarme.

Carl: Si perdonas mucho se acostumbran a fallarte, no lo hagas. Vuelve a la casa, te vas a enfermar.

Alice: ¿Crees que enfermarme es lo importante para mí ahora? Carl, escucha, basta. No quiero que hagas esto.

Carl: Pero él... Las cosas no pueden quedar así.

Alice: No quiero que nada le pase. Hizo lo que hizo, pero es mi amigo. Era lo único que tenía.

Carl: Eso está en el pasado, tú no le debes nada a él. Ahora tienes mucha gente daría lo que fuera por ti.

Alice: ¿Enserio crees eso de mí? -él asintió con su cabeza- ¡Demonios, Carl! Te mereces el universo entero, y yo estoy aquí tratando de ser suficiente para ti.

Carl: Por favor, Alice, Vuelve a la casa. Yo haré todo. Deja de aguantar cualquier cosa con tal de no perder a alguien.

Siguió su camino, dejándome sola en la fuerte lluvia.

Alice: ¡Yo te necesito más que tú a mí, Y eso no es justo! -le grité, tratando de que la idea de atacar a John se vaya de su cabeza- ¡Carl!

Corrí junto a él, lo tomé del brazo y lo besé. En mitad de la lluvia. Siempre que veía esas películas con escenas de este tipo me parecía lo más horrible que jamás haya visto, pero esta vez lo estaba haciendo yo. Le quité su sombrero, y lo puse en mi cabeza. Alejando nuestros labios le sonreí, mientras él seguía un poco serio.

Alice: Sé que no todo será perfecto, pero tengo ganas de vivir lo imperfecto contigo. Escúchame, no lo hagas.

Mirando hacia arriba, se fue. Sin mirarme, sin contestarme, solo se fue.

Quizás tenga razón, quizás John deba morir, quizás no se merezca ser perdonado.

Puede que después de todo, yo esté equivocada.

Alice DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora