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Primera parte

📝

Hola, Caín.

Esta será una de las cartas más largas que te escribiré:

Hoy fue tu cumpleaños.

Me veía más diferente que nunca. Toda la ropa que tenía era negra, así que, por primera vez en años, le pedí a mi madre hace días que por favor me comprara un atuendo un tanto colorido. Esta mañana me puse mi nueva ropa y, honestamente, me gustó un poco lo que vi en el espejo.

Por primera vez, aparté todo el cabello de mi cara y me lo peiné hacia atrás. Mi inseguridad ni siquiera me permite enseñar mi frente. Sé que es ridículo, pero tengo granitos que no me hacen sentir bien y que prefiero esconder bajo una mata de pelo.

Hoy, sin embargo, mis imperfecciones no me importaron. Exhibí todo mi rostro, vestí con ropa llena de vida y ensayé mil sonrisas frente al espejo. Quería verme apuesto y diferente para ti.

Una vez que Nora llegó a mi casa, me quedé sin habla al verla. Ella lucía despampanante con su vestido rosa ceñido al cuerpo, con su maquillaje atrevido y con su cabello ondulado. Nunca la vi tan arreglada como hoy.

Ella insistió en maquillarme para que no sufriera con mis granos, y decidí aceptar solamente porque no soportaba la ansiedad que me provocaba el exhibir la frente. A pesar de que apenas se notaba, me sentía muy raro e inquieto usando maquillaje, pero resistí la incomodidad.

A las ocho en punto, Nora y yo fuimos llevados por mi padre a tu casa, la que resultó ser cinco veces más grande y más lujosa que la mía. Nunca la había visto, era Nora quien conocía la dirección. Sabía que tu familia tenía una buena situación económica, pero nunca pensé que tanto. No es como si hablara mucho contigo como para saberlo.

Al entrar a la vivienda, me sentí fuera de lugar en cuestión de segundos. Chicos y chicas se besaban por todas partes y encima o contra todo: los sillones, las sillas, las paredes, el suelo, etc.

En serio, me sorprendió no ver a nadie haciendo el amor sobre el candelabro de tu estancia o en plena ventana.

Todo derrochaba locura, ilegalidad y heterosexualidad. Al parecer, yo era el único chico gay en toda la casa e incluso en todo el barrio. Nora acaparó decenas de miradas, pero ninguna me incomodó tanto como la tuya al contemplar su vestido ceñido.

Cuando apareciste en la estancia y la miraste, tu mandíbula por poco cayó hasta el piso. Le dijiste que se veía muy hermosa y, para mi pesar, apenas te fijaste en mi presencia. No fue hasta que me acerqué a ti para entregarte mi regalo que me miraste.

—Hola, Charlie —dijiste con aquella sonrisa que tanto adoro—. ¿Es para mí?

—Hola, C-caín. —Me costaba mucho hablarte—. Claro, es pa-para ti.

—¡Gracias! —Tu sonrisa se ensanchó.

Acto seguido, me diste un abrazo.

Sí.

Pasó.

Me abrazaste.

¡¡¡ME ABRAZASTE!!!

El mundo se detuvo en ese momento.

Mi corazón atravesó mi pecho y se encontró con el tuyo.

Si hubiera sido el último día de mi vida, habría muerto feliz. Muy feliz.

Tú, mi gran amor imposible, me estabas abrazando por primera vez.


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Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora